Hace algunos años, el escritor y editor Nacho Escuín, hoy director general de Cultura del Gobierno de Aragón, organizó en Teruel un encuentro de autores hispanoamericano titulado La piedra en el charco. una metáfora ciertamente afortunada y gráfica destinada a comunicar culturalmente ambas orillas del Atlántico. Por alguna razón que Jung sabrá, dicha imagen afloró a mi intervención en el programa matinal de Javier de Sola, en Aragón Radio, pero no para acercar universos poéticos, sino para separar mundos políticos, Porque la piedra en la charca que la moción de Pedro Sánchez ha arrojado al estanque del Congreso, haciendo croar a todas las ranas, le pegó tal cantazo a Pablo Iglesias que sus expansivas ondas se han percibido hasta en las orillas autonómicas, también en Aragón.

La alfombra roja de los nuevos ministerios, ocupados por doctos, eficaces, sofisticados, competentes y, sobre todo, socialistas ministros, no se ha extendido para los ministrables de Podemos, causando desencanto, incluso frustración, y quién sabe si una nueva ruptura en una izquierda que parecía haberse unido en su oposición al Partido Popular. Porque, tras haber prestado sus diputados y gestiones a Pedro Sánchez, de haber convencido a Puigdemont y establecido un puente con los nacionalismos independentistas que en España son, Pablo Iglesias no ha recibido a cambio ni una triste secretaría de Estado.

Quim Torra, en cambio, ya se ha cobrado en Cataluña parte de sus treinta monedas de plata, en forma del levantamiento del embargo de ese cadáver institucional, todavía en fase de autopsia forense, que es la Generalitat.

Los vascos, al otro lado de la charca, y sus grandes fariseos, los peneuvistas, con la caña siempre tendida, ya han encargado doble ración de merluza al Orio, pues, aún estando ahítos con el primer plato de Rajoy, el segundo, cocinado por el nuevo masterchef, promete un verdadero empacho, más luego el postre, la crema catalana que les servirá la nueva ministra de Política Territorial, Meritxell Batet.

En Aragón, la piedra en la charca ha generado expectativas pero está por ver que no ahogue alguna de nuestras plantas autóctonas, como esa térmica de Teruel que no quiere refrescar Bruselas. Cuando se calmen las aguas veremos con más claridad qué hay en el fondo del estanque, si truchas o siluros, monedas o herrumbre.