El despacho formal del presidente de Aragón en el edificio Pignatelli, en Zaragoza, tiene una maldición: aquel que lo utilice para trabajar, no repetirá mandato en la siguiente legislatura. De ahí que el mayor dirigente del Ejecutivo aragonés desarrolla sus labores en una habitación contigua, con un diseño más funcional, y solo utiliza el primero en alguna situación puntual. Esta dinámica se ha convertido en una tradición para quien accede al cargo si quiere tener un buen presagio.

Esta es una de las curiosidades que albergan las instalaciones que desde el año 1983 es la sede del Gobierno aragonés. Los ciudadanos saben la función de dicho edificio aunque muy pocos conocen su diseño interior y su historia. Sin embargo, durante el día de ayer, el Pignatelli acogió a más de 2.000 ciudadanos con motivo del 39 aniversario de la Constitución Española.

«Estaría bien que no solo se mostrara al público en días como hoy -por ayer-, sino que se pudiera visitar más veces», apuntó Conchi, una zaragozana que visitó el edificio por primera vez.

El consejero de Sanidad, Sebastián Celaya, dio el pistoletazo de salida a una jornada que sirve para recordar «lo importante que ha sido la Constitución para el desarrollo de todas las libertades» y, a la vez, para tener unos estatutos de autonomía que han permitido a las comunidades potenciar su autogobierno e incidir en aquellos asuntos que más preocupan a los ciudadanos.

El pensamiento y la sabiduría, representados con el número 7, está presente en todos los rincones del edificio: siete escalones ante la entrada, 28 escaleras para subir a la primera planta y 28.000 metros cuadrados de extensión (múltiplos de 7), entre otros. Además, las baldosas del primer despacho del presidente de Aragón muestran un plano de este edificio. En sus orígenes, en la Ilustración, fue un hogar para los más defavorecidos (aunque el trato que les daban fuera similar a una cárcel), un hospital militar durante la Guerra de la Independencia o un centro de formación para jóvenes.

Los municipios aragoneses también están representados entre las paredes del Pignatelli. La sala de los Escudos muestra prácticamente todos los símbolos de las localidades aragonesas.

Pero en el día de la Constitución, también se habló de ella. Para Conchi la Carta Magna «es una gran desconocida» y en los centros educativos «deberían incidir en que tendríamos que aprender al menos algún artículo». «Todos hemos tenido que buscar el artículo 155 y como es ambiguo, te lo tienen que explicar», señaló.

Rosa, otra de las visitantes, criticó que el artículo que establece que todos los ciudadanos son iguales ante la ley «es bastante ficticio». Una opinión que coincidió con la de Alberto y María José. Estos zaragozanos detallaron que «como marco legal está muy bien, pero tiene que aplicarse a todos por igual».

Charo y Ángel también valoraron una reforma de la Carta Magna «siempre y cuando no se den más beneficios a unos que a otros». La sucesión al trono «se tendría que modificar» para que los herederos «puedan reinar sin tener en cuenta el sexo». En esta línea, María defendió la posibilidad de que los ciudadanos «puedan votar sobre diferentes cuestiones y, sobre todo, tras vivir esta situación de tensión, por Cataluña».