Dice el presidente del PAR, José Ángel Biel, que es la gente de fuera la que crea los problemas en su partido; que son otros los que enredan. Una suerte de manía persecutoria que no se corresponde con lo que esta formación vive en el día a día. La dirección ha diseccionado la crisis de Teruel achacándola solo a ambiciones personales. Sin ningún atisbo de autocrítica.

Un análisis un tanto reduccionista que no termina de profundizar en el problema real del PAR, cada día más encerrado en sí mismo. Biel duda si presentarse o no y eso no ayuda a clarificar las incógnitas que surgen. Cada vez cobra más peso esa posibilidad de que el presidente, acosado por los problemas internos y temeroso ante unos comicios que no presagian nada bueno, termine por dar un paso atrás. El relevo natural sería el secretario general, Alfredo Boné, gran controlador del territorio y eventual ganador de un hipotético congreso que nunca se celebró. Quizás en el comité nacional del 26 de noviembre se podrían aclarar algunas incógnitas.

Una idea, la de que Biel no se presente, que no gusta en la mayor parte de los sectores del PAR. Otros lo ven como un mal necesario. Aunque el momento no es el más indicado. Ha sido el presidente, con su liderazgo particular y su forma de entender la política, el que ha llevado al partido a la situación en la que se encuentra. Para lo bueno y para lo malo. La misma habilidad que ha tenido para pactar con el PSOE le ha faltado para hacerlo de puertas para adentro. "Ha tenido complejo de reina madre, ha tendido a pensar que su presencia y sus palabras bastaban para solucionar los problemas", explica un dirigente del PAR. Mientras los socialistas han sabido integrar a sus descontentos, sumar y no restar, el PAR ha optado por la alternativa contraria.

Enmarcados en corrientes de críticos, dolidos o ambiciosos, el PAR ha practicado una táctica muy agresiva que ha tendido a desplazar y aislar a los descontentos. En un equipo siempre hay que intentar convencer al que se queda en el banquillo de que lo mejor para el conjunto es que no juegue. Pero que quizás en otro momento puede ser útil. Cuando no se explica ni se convence, cuando se aplica la fuerza orgánica la disidencia se encona y endurece. Y al cabo explota.

Dirección cuidadosa

Explotó Miguel Ferrer en Teruel con otros 38 cargos públicos. A punto estuvo el concejal zaragozano Manuel Blasco de explotar cuando Alberto Contreras intentó su desembarco precipitado como candidato a la Alcaldía de Zaragoza. Y lo mismo podría suceder con Máximo Ariza, diputado provincial al que se intentó relevar de sus funciones. Tras lo sucedido en el sur de la comunidad, la dirección es más cuidadosa que nunca, pero de momento lo único que se ponen son parches para evitar que el agua siga entrando en el barco. El último comité intercomarcal zaragozano terminó a grito pelado entre los asistentes. Buena parte de las críticas fueron al secretario general, Boné, al que muchos ven detrás de todos los movimientos que se producen. Su entorno no lo ve así.

Y lo cierto es que Alfredo Boné lleva meses callado, sin opinar sobre los temas de actualidad. Centrado en su consejería y en la suma de candidaturas para las próximas elecciones.

El exceso de personalismo no ayuda a integrar. Y para un partido, a siete meses de las elecciones, no hay nada más peligroso que las guerras antropófagas. La teoría política se ve desbordada por la realidad de un partido que parece convertirse en una isla. Al final solo queda en la superficie lo evidente. Y lo evidente, en este momento, no es bueno para los intereses del PAR.