El estado del embalse de El Val, contaminado por una insuficiente depuración en las localidades sorianas que vierten sus aguas a la cuenca del Ebro, se ha convertido en un motivo de preocupación grave para las poblaciones ribereñas del Queiles, tanto en la comarca de Tarazona como en la Ribera de Navarra.

Además, la situación del pantano, donde los análisis detectan una elevada concentración de materia orgánica, corre el riesgo de empeorar si la localidad de Ólvega, en Soria, obtiene una concesión para el aprovechamiento de aguas superficiales situadas en el término municipal de Cuevas de Ágreda, en la misma provincia.

El proyecto, al que se opone esta última localidad y diversas entidades ecologistas, acaba de terminar su periodo de alegaciones. El asunto es competencia de la Confederación Hidrográfica del Duero, pero la del Ebro (CHE) no puede ser ajena al litigio, dado que, por las características del terreno, se produce un trasvase natural de recursos hídricos entre ambas cuencas.

Las poblaciones situadas aguas abajo del embalse no utilizan sus aguas para el consumo humano, pero sí para la agricultura, lo que puede constituir un peligro sanitario de primer orden. De hecho, la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), a la que algunos afectados acusan de pasividad, está realizando un estudio de la situación del pantano, que está considerado el más contaminado de toda la cuenca.

«Las aguas de El Val desprenden un olor desagradable, como a estiércol», denuncia Rocío Berrozpe, alcaldesa de Los Fayos, un pueblo situado justo debajo de la presa del pantano. El problema, dice, no es nuevo, aunque haya salido a la luz últimamente. «Lo producen los vertidos de empresas industriales y explotaciones ganaderas en la vertiente soriana del Moncayo», asegura la regidora, para quien la solución pasa por la puesta en marcha de una depuradora «adecuada» en las localidades emisoras.

La planta existente en esa zona de Castilla-León, según Ecologistas en Acción, está mal gestionada y resulta insuficiente, por lo que el problema se traslada a Aragón debido a que las aguas acaban filtrándose y aparecen en el río Val, que es sobre el que se hizo a finales del siglo XX el embalse del mismo nombre.

«Nosotros no cuestionamos que Ólvega quiera cubrir sus necesidades de agua, pero nos preocupan los vertidos que acaban en el embalse de El Val», precisa Luis José Arrechea, teniente de alcalde de Tarazona. En la ciudad, subraya, «no hay alarma social», pero su consistorio aboga por que el Ministerio de Medio Ambiente intervenga en un contencioso que afecta a dos confederaciones, la del Duero y la del Ebro.