La nueva portavoz del Partido Popular, Mar Vaquero, estrella emergente de la formación conservadora en Aragón y alcaldesa de María de Huerva, me comentaba el otro día que el PP no va a aprobar los presupuestos de Javier Lambán para 2017, que ya demoran un tardar. La razón esgrimida es que no coinciden con los suyos.

Tampoco los presupuestos del PP, cuando la derecha ha gobernado en el Pignatelli, solían estar apoyados por los socialistas, quienes esgrimían la misma razón para votar en contra; esto es, que no coincidían con los suyos.

Y, sin embargo, si los examináramos en profundidad, dichos presupuestos no diferirían tanto entre sí. Por una sencilla razón, la de que la mayoría de sus partidas está adjudicada de antemano, comprometida en el gasto corriente, planificada o dividida en entregas. Ningún presidente o partido puede desde el Gobierno de Aragón hacer de su presupuesto un sayo. Tiene maniobra, claro está, para bailar algunas partidas de una a otra Consejería, apostando más claramente, como es el caso de Lambán y su aliada la Chunta, por la Cultura, el Turismo, la Universidad o la reducción de la dependencia y la desigualdad, pero una parte importante de la inversión se mantiene sectorialmente, año tras año, legislatura tras legislatura, más o menos incólume. No hablaríamos tanto de dos modelos radicalmente distintos como de dos maneras bastante matizadas de entender lo público y lo privado.

De ser acertado este punto de partida tendría mucho más sentido debatir con la ideología que con las cuentas en la mano, con los principios que con los euros. Porque la inmensa mayoría de los ciudadanos no diferencian cuando habla un liberal o un socialdemócrata, un conservador moderado o un atemperado progresista, reduciéndose su nivel de comunicación con las administraciones al pago de impuestos o al cobro de pensiones. El pueblo no quiere tribunos que utilicen los programas ni las partidas como armas arrojadizas, sino gestores eficaces y honestos que contribuyan a un buen funcionamiento de la sociedad.

El Ayuntamiento de Zaragoza ha aprobado sus cuentas con un mes de retraso, algo insólito desde el punto de vista de la empresa privada. El Gobierno de Aragón todavía no tiene presupuesto. Polémica y ruido mediático, sí, pero con eso no se gobierna.