La mal llamada primavera patriótica no ha llegado por suerte a Holanda y medio continente celebra la victoria del muy conservador Rutte, que seguirá adelante con ese suave liberalismo nutriente para el capital en mayor medida que para los salarios. Es el mal menor, el pan para hoy.

El presidente Rutte, si no quiere que le pase lo que al presidente Rajoy, que está solo, deberá pactar con otros dos o tres partidos, pero eso en Holanda no es en absoluto imposible porque las coaliciones tienen tradición y funcionan con bastante normalidad.

No así, a la vista está, en España, donde el PP gobierna en solitario, enfrentándose a tales dificultades parlamentarias que, además de ser incapaz de aprobar los presupuestos, corre el riesgo de ser investigado, desautorizado y objeto de una moción de censura. Tiene, tenemos la suerte, no como los holandeses, de no padecer más a la derecha un partido ultra (sus simpatizantes están o votan PP), pero lo que no se entiende es cómo o por qué su único socio, Ciudadanos, su clónico, no está en el Gobierno.

Probablemente, se me respondería desde el ejecutivo, porque nadie se lo ofreció a Albert Rivera. Si lo tentaron, que lo dudo, sería con la boca pequeña, un par de carteras, a lo sumo, ninguna relevante, por lo que el líder de C’s lo habría rechazado. Rajoy aún estaría a tiempo de sacrificar a algunos de los pasmarotes que se sientan en el consejo de ministros, Méndez de Vigo (Cultura), Dastis (Exteriores), Zoido (Interior), pero no es lo suyo, no le van estos líos, prefiere la soledad, el síndrome de La Moncloa, una primavera patriórica a celebrar sólo en Cataluña y un verano seco en Andalucía, a la espera de que la lluvia del voto socialista caiga sobre Susana Díaz y pueda pactar la alternancia lejos de radicales y podemistas.

No hay coaliciones, pactos en España y tampoco en Aragón, donde el PSOE de Javier Lambán tira de su lineal oficio para integrar el amateurismo y los círculos concéntricos de Pablo Echenique. La izquierda celebra hoy el batacazo de Wilders, la conjura del Nexit, el freno a la islamofobia y el racismo, pero mañana tornará a su particular batalla por la hegemonía del voto progresista, por una primavera más verde, roja, social, mientras el otoño avanza inmisericorde sobre Europa amenazando con congelar los tulipanes y las rosas en un invierno poco o nada democrático.