La Cerollera, un pueblo del Bajo Aragón, tiene uno de los mayores parques automovilísticos de España. Con sólo 125 habitantes, en su ayuntamiento se han matriculado 2.210 turismos, es decir, a razón de 17,68 coches por vecino. Sin embargo, la inmensa mayoría de esos automóviles no corren por sus estrechas callejuelas con pavimento de losas, sino por cualquier otro lugar de España, dado que son propiedad de una empresa de alquiler de vehículos con sede en la Comunidad Valenciana.

El hecho de que La Cerollera sea, en apariencia, uno de los pueblos más motorizados de España se debe a que constituye un auténtico paraíso fiscal en lo que se refiere al Impuesto Municipal sobre Vehículos, tal y como revela un reciente informe de Automovilistas Europeos Asociados (AEA).

Por ejemplo, un vehículo de tipo medio (de 1.600 centímetros cúbicos) paga en La Cerollera una tasa anual de 8,52 euros, frente a los 55,30 y los 55,52 que tendría que abonar su propietario, respectivamente, en Zaragoza y Teruel. La diferencia de tarifas es superior al 550%.

El ahorro es sustancioso en cualquier categoría de vehículos. Así, un coche de gran cilindrada, catalogado a efectos fiscales con más de veinte caballos, está gravado en la localidad turolense con 28 euros, frente a los 191 que se deben abonar en Teruel y los 206 de Huesca y Zaragoza.

El Impuesto Municipal sobre Vehículos, que supone 46 millones de euros al año en Aragón, se aplica con notables diferencias en las localidades de las tres provincias, ya que la ley permite fijar libremente la tarifa dentro de unos márgenes. La capacidad impositiva discrecional de cada administración local explica que, en el caso de los turismos con 11 caballos fiscales, el gravamen sea un 11% más caro en Huesca (61,73 euros) que en Zaragoza (55,30).

"El sistema sólo beneficia realmente a las personas jurídicas, en especial a las empresas de renting y de alquiler de vehículos, que poseen flotas muy numerosas", afirmó Mario Arnaldo, presidente de AEA. "A un particular es más difícil que le compense matricularse en un lugar distinto al de residencia, por las molestias que eso supone", añadió.

Para poder matricular un vehículo en una localidad, basta con estar empadronado en ella o, en el caso de una empresa, tener abierta una sucursal, "aunque basta con un simple buzón", precisó Mario Arnaldo.

"Se trata de una práctica totalmente legal que se puso en marcha en septiembre del 2005, cuando desapareció el distintivo provincial de las matrículas", explicó.