E n eso se ha convertido Egipto, en una sociedad que es un fiel reflejo del régimen autoritario de Abdelfatah Al-Sisi. La constante violación de los derechos humanos que ejerce este mandatario ha llegado a condenar a dos años de cárcel al presidente del Sindicato de Periodistas Yehia Kalash por refugiar a dos reporteros críticos con el Gobierno. La mítica plaza Tahrir o plaza de la Liberación (parece una ironía), la que fue un lugar de importantes protestas, como la conocida Revolución egipcia en 2011, hoy se ha convertido en un lugar peligroso para las mujeres que transitan, un lugar donde el acoso sexual y las violaciones son prácticas consentidas por la inmensa mayoría de la sociedad, lo pudimos ver en el programa de televisión de la 4 Fuera de cobertura el pasado 5 de diciembre. Ese acoso se traslada también a sus calles soportando las mujeres verborreas groseras, como ocurría en España durante la dictadura franquista, entonces, la mujer sentía esos acosos en la vía pública. En Egipto tiene un alto grado de violencia, ejercida deliberadamente como táctica política para imponer el terror. En nuestro país, cuando los centros educativos se hicieron mixtos se estaba en el convencimiento de que esas agresiones se terminarían al convivir y formarse igualitariamente chicos y chicas, pero seguimos viendo comentarios sexistas de hombres que ven en la minifalda un signo de provocación, una excusa para agredir o acosar. Nuestros jóvenes varones siguen perdiendo el control, esa falta de respeto es un signo inequí- voco de la ausencia de una cultura consolidada basada en el conocimiento, no en el del alcohol precisamente, y en valores que ahora están demodé, pero que funcionan y siguen funcionando en países de creciente progreso.