En las últimas décadas, el acceso de la población a los estudios terciarios, esto es, a la universidad y a los ciclos formativos de grado superior, ha crecido de forma notable en España. Mientras en 1987, el 16% de la población española de entre 30 y 34 años había finalizado estudios terciarios, en el 2017 el porcentaje superaba el 41%. Pero si hace 30 años, la tasa de titulación terciaria de los varones (18%) era superior a la de las mujeres (15%), hoy la de las mujeres (47%) supera ampliamente a la de los varones (32%).

En resumen, ellas estudian bastante más. Esta evolución ha tenido lugar, en mayor o menor medida, en todos los países europeos y sitúa a España en niveles semejantes a la media europea, aunque ligeramente inferior en varones y algo superior en mujeres.

Sin embargo, se produce un sesgo en el tipo de estudios que emprenden las mujeres. Sigue habiendo menos que varones entre el alumnado de ciclos formativos de grado superior. Tan solo el 11,8% de las féminas de entre 30 y 34 años tienen esos estudios, frente al 13,4% de los varones.

EL MERCADO LABORAL / En cambio, la proporción femenina entre los universitarios no ha cesado de crecer. Hoy, casi el 36% de las mujeres de esa franja de edad ha completado estudios universitarios, frente a poco más del 21% de los varones.

La diferencia es muy significativa, e indica un claro interés de las mujeres por formarse, superior al de los varones. Y por hacerlo en el contexto de unos estudios menos directamente orientados al ejercicio inmediato de un empleo. Quizás sea esta una reacción frente a un mercado laboral que trata a las mujeres peor que a los varones, tanto en las franjas más bajas de la escala laboral como en las más altas.

Por otro lado, entre la población con estudios terciarios (sean estos universitarios o de formación profesional), las diferencias entre los ámbitos de estudio de mujeres y varones son muy notables.

En ciclos formativos, las mujeres constituyen el 95% del total de estudiantes en Imagen Personal, y más del 85% en Textil, Confección y Piel y en Servicios Socioculturales y a la Comunidad, mientras que no alcanzan el 5% en Transporte y Mantenimiento de Vehículos, y en Instalación y Mantenimiento, por citar solo algunos casos de entre los más extremos.

En lo relativo a los estudios universitarios, destacan dos hechos. El más evidente y conocido es la gran proporción de mujeres que realizan estudios de Ciencias de la Salud y, aunque en menor medida, de Artes y Humanidades y de Ciencias Sociales y Jurídicas. Solo en Ciencias se da un cierto equilibrio entre mujeres y varones, mientras que en Ingeniería y Arquitectura el porcentaje de mujeres estudiantes es muy bajo, incluso inferior al de varones en Ciencias de la Salud, que ya es decir.

Pocas ingenieras / Al analizar las titulaciones universitarias en detalle, estas diferencias se magnifican. Las mujeres constituyen más del 90% del estudiantado en Educación Infantil y en Logopedia, mientras que no superan el 15% en Ingeniería Mecánica y en Ingeniería Eléctrica. El segundo hecho que llama la atención es que las mujeres parecen sentir la necesidad de alcanzar niveles universitarios más avanzados (doctorado) cuanto más masculinizado es su ámbito de estudio.

Esto es particularmente destacable en grados como Ingeniería y Arquitectura, donde el porcentaje de tesis doctorales obtenidas por mujeres es muy superior al porcentaje de este sexo entre las estudiantes de grado y de máster. Se vuelve a constatar, pues, que las estudiantes tienden a obtener un nivel más alto cuanto más sesgado y difícil perciben su entorno.

Mejores notas / Este sesgo femenino en cuanto al nivel de exigencia está presente también en otros aspectos de sus estudios. Por ejemplo, el curso pasado más del 58% de las mujeres accedió a la universidad con una nota entre 8 y 14, frente a menos del 50% de los varones. En cambio, menos del 10% de las mujeres accedió con una nota inferior a 6, frente a casi el 14% de los varones.

Asimismo, se sabe que el origen social de las estudiantes universitarias es algo inferior al de sus compañeros varones. Ello podría indicar que las mujeres de clases más desfavorecidas deben demostrar más su valía para alcanzar estudios universitarios que los hombres.

Así las cosas, actualmente las mujeres realizan un mayor esfuerzo por estudiar que ellos, en un contexto social desfavorable para las féminas. En unos años, cuando las jóvenes de hoy alcancen su madurez profesional en todos los sentidos, quizás veamos revertirse el orden de las cosas.

* Directora del Observatorio del Sistema Universitario.