Pasa por Aragón, sin pena ni gloria, el Día Internacional del Agua, y a algunos se nos ocurre preguntarnos para qué habremos hecho una exposicición internacional dedicada a este asunto, si después no le íbamos a dar continuidad.

El agua, para Aragón, es elemento identitario, sentimiento y bandera, pero para que lo siga siendo bien habrá que planificar actividades y objetivos, propuestas y propósitos, iniciativas e intercambios. De lo contrario, como está, en efecto, me temo, sucediendo, esa planta se mustia o se muere.

La Expo 2008, con su eslógan único, el agua, marcó un antes y un después en el tratamiento de los recursos hídricos.

En sus comisiones y ponencias se trató el agua de boca, el abastecimiento de las zonas rurales, la endémica carencia de las regiones desérticas (entre las cuales, muchas en Europa, y algunas en España), la regulación de las cuencas hidrográficas, los regadíos, las desaladoras, las canalizaciones, los cultivos, las depuradoras, las reservas subterráneas y acuíferos, los glaciares, los oasis, los ríos fluviales y una larga enumeración de cuestiones relativas al ciclo y a lo que acertadamente dio en llamarse «nueva cultura del agua».

Zaragoza capital fue durante los tres meses del verano de 2008 el centro mundial de este debate, con la participación de decenas, cientos de expertos, con la atención de los medios y con el ejemplo de las intervenciones en el río Ebro --puentes, riberas, azudes-- como lección práctica de lo que en el futuro esta ciudad con río y corazón iba a seguir siendo capaz de hacer.

El Estado, gracias a que por entonces tocaba un gabinete, el de Rodríguez Zapatero, con sensibilidad ecológica, invirtió lo que jamás se había invertido en Aragón, siendo Belloch el gestor de aquella extraordinaria operación, que incluyó, además de la Expo en sí, viales e infraestructuras. Era un gran principio, pero...

Pero, diez años después vemos que la bandera de la Expo ondea a media asta porque las guerras del agua no han encontrado la paz en su legado. Zaragoza no monopoliza, ni siquiera participa, apenas, en el debate del agua. No ha habido continuidad, Instituto del Cambio Climático, observatorios, publicaciones, congresos. Tan sólo cuando Madrid o Barcelona agitan los fantasmas del trasvases despierta el aragonés de su sueño de ribazo.

Lástima.