Las personas prudentes prefieren no menear demasiado el asunto de la CAI. Como si no hubiera pasado nada. Lo han dicho los diputados de PP y PAR, que se oponen a investigar cosa alguna en sede parlamentaria: si se hurga en el reciente pasado solo se hará más daño. No acabemos de espantar a los clientes, no perjudiquemos el nacimiento del futuro banco aragonés, no nos metamos en camisa de once varas.

Pero algunos querríamos saber. No creemos, sino todo lo contrario, que clarificar lo sucedido perjudique a nadie, como no sea a quienes untaron en la rica pomada, jugaron a lo que no sabían o simplemente fueron cómplices de aquella juerga que ha acabado con fallidos milmillonarios.

El cachondeo empezó antes de la llegada de Tomás García Montes a la dirección general, llegó al cenit durante los cuatro años que duró su mandato y todavía coleó tiempo después, casi hasta ayer mismo. En ese tiempo, la CAI multiplicó sus participaciones en empresas, compró algunas de ellas y creó sus propias sociedades. Me gustaría conocer el detalle de tales operaciones: la embarcada en Galerías Primero, el temerario respaldo financiero a Nozaleda, la aventura gaditana, los pelotazos en las cercanías de Zaragoza... Aspiro a saber el nombre de las personas favorecidas y comprobar si son quienes se dice (próximos al Opus y al PAR). Desearía compartir con el resto de los aragoneses los datos relativos a las 69 (sí, 69) promotoras inmobiliarias que tenía la CAI en el año 2009. ¿Cómo se crearon? ¿Quién lo autorizó? ¿Es cierto que el director general manejaba fuertes sumas sin autorización del consejo de administración? Y en tal caso... ¿qué diantres hacía el dichoso consejo y cómo salvaguardaba los intereses de los impositores?

Porque, claro, aquí todo quisque pretende salir de rositas. Si acaso, que el tal Tomás García carge con toda la culpa. Los demás, unos angelitos (empezando por el patrono fundador, Acción Social Católica, que cooptaba a los presidentes de la CAI y ahora se hace el inocente).

Tengo (tenemos) derecho a recibir las explicaciones pertinentes: cifras, nombres, razones (si las hubo). Por ejemplo, ¿por qué motivo la bendita Caja de la Inmaculada decidió hace solo dos años, cuando ya estaba con el agua al cuello, meter casi 30 millones de euros (sí, 5.000 millones de las antiguas pesetas) en una irrelevante participación del 15% en el accionariado del Grupo Heraldo? ¿Y qué broma fue aquella de mandar al consejo de dicho grupo a Juan Antonio García Toledo, exdirector general adjunto de la CAI, que acababa de dejar ese puesto con un premio posempleo de tres millones de euros?

Sí, la luz y los taquígrafos no vendrían mal. Además... ¿a quién iban a perjudicar?