Los pequeños moluscos del mejillón cebra se detectaron por primera vez en el embalse de Flix en el 2001. No parecían especialmente amenazadores. Además, unos años antes, un foco similar desapareció sin dejar rastro tras unas fuertes tormentas del río Llobregat a comienzos de los años ochenta. Las alarmas todavía no se dispararon.

El transporte de embarcaciones infestadas, probablemente, contribuyó a la extensión de la plaga. En Mequinenza, los primeros registros del mejillón se encontraron cuatro años después. Y en el 2006 en los embalses de Sobrón y Puentelarrá, casi en la cabecera del Ebro. La presencia de larvas en siete ríos de la zona confirmó que la especie pretendía quedarse y ganar su espacio. La invasión ganaba terreno.

El primer organismo en tomar medidas fue la propia Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE). Aunque no era técnicamente competente en la materia el hecho de que la plaga estuviera instalada en aguas de su dominio les obligó a actuar. Casi desde el 2001 han implantado programas de control, vigilancia e investigación.

El mejillón cebra está catalogado como una de las cien especies más dañinas para los ecosistemas por su asombrosa capacidad de proliferación. Las hembras llegan a producir anualmente entre 40.000 y un millón de óvulos. Forman colonias masivas sobre cualquier sustrato causando incluso graves daños en las infraestructuras hidráulicas. Tapona conducciones, favorece la corrosión de metales e inutiliza sistemas de riego. Y las crías, de tamaño microscópico, se meten en cualquier recoveco siempre que exista contacto con aguas infestadas.

En Riegos del Altoaragón su lucha contra el mejillón cebra comenzó en el 2013 tras la llegada del molusco al embalse de la Sotonera. En pocos meses afectó a la comunidad de regantes de Almudévar y en estos momentos estiman que existen 70.000 hectáreas de regadío perjudicadas por su expansión, todas las que se abastecen del pantano contaminado. El tratamiento contra la plaga se realiza aguas abajo para evitar daños en los embalses intermedios, las estaciones de regulación o las tuberías. El presidente del organismo, César Trillo, calcula que el coste para los agricultores es de unos diez euros por hectárea. "En otras zonas del mundo llevan mucho tiempo luchando contra la plaga y no existen avances significativos", asume.

Los embalses de Mediano y El Grado están limpios por el momento, pero teniendo en cuenta la tendencia general no tardarán en ser víctimas de la invasión. Cuando esto suceda en el organismo calculan que se necesitarán un millón de euros anuales para abordar todos los tratamientos. "No se puede erradicar, tenemos que convivir", señala Trillo.

ALTERACIÓN DE HÁBITATS

La proliferación de esta especie invasora supone un problema por su alteración de los hábitats de las especies autóctonas con las que compite por el alimento. El ejemplo más representativo de esta destrucción de especies se encuentra en la margaritifera, un molusco de gran tamaño y con una especial protección ecológica que está viendo reducida su población de forma alarmante. También los cangrejos están sufriendo su rápido avance.

La CHE ha puesto en marcha diversas medidas para solucionar el problema. El organismo trabaja en estos momentos en diversos proyectos para evitar la dispersión de la plaga basado en el seguimiento de adultos y de larvas. En estas labores cuenta con la colaboración de otras comunidades autónomas en las que ya se tiene constancia de la invasión, como Valencia.

Otros frentes de trabajo incluyen la realización de estudios de la especie, la construcción de estaciones de desinfección en embalses o el asesoramiento a afectados por la plaga.