El amor no es lo mismo que el desamor o la incomprensión, pero a veces se le parece. En ocasiones, la línea en un matrimonio es tan frágil que cualquier mínimo paso en cualquier dirección parece imposible de dar, camino de la condena más absoluta. Elena (Arquitecta-escenógrafa catalana) y Jesús (biólogo aragonés) se quieren. O no. Pero se respetan (o al menos lo aparentan). Viven en dos mundos diferentes aunque la noche la pasan sobre las mismas cuatro paredes y soportan las dificultades que el lector termina haciendo suyas.

Porque Pilar Nasarre construye en Los hijos de la Luna (editorial Huerga & Fierro editores) una Barcelona real, auténtica como la vida no modélica que disfrutan los protagonistas. Y lo hace desde el piso de más de 200 metros cuadrados que comparten Elena y Jesús, desde las masías de una clase acomodada o desde el sufrimiento de dos emigrantes negros, Deyanira y Antoto, que le dan dinamismo a la novela cuando la acción de pareja parece estar tocando su fin.

Los hijos de la Luna es una novela precisa que supone el regreso de Pilar Nasarre a la publicación literaria, esta es la sexta que ve la luz de la autora oscense después de Tiempo muerto en Berlín (Littera, 2005) en la que el azar era absoluto dueño del tiempo, en la que la ciencia y el arte mantienen su pulso particular, paralelamente al que propugnan el recogimiento y la necesidad de la sociabilidad, como una cuerda que se tensa hasta el infinito pero jamás se rompe. Un terreno en el que la obra de Nasarre coge altos vuelos cimentada en escenas cotidianas sutil y brillantemente recogidas con una prosa que tiene un ritmo endiablado por momentos.

RACISMO Y de fondo los problemas que siguen impidiendo que la sociedad que habitamos sea mejor de lo que es, el racismo, la xenofobia y una civilización que agota a la protagonista, casi al mismo ritmo con el que se devoran las páginas de una novela que encuentra una de sus mayores virtudes en la agilidad de lectura. Una destreza que no está contrarrestada con el transcurso de la acción y la reflexión unida a la prosa casi poética con una parte de estructura musicada, que te va llevando hacia el desenlace final. Tan inesperado como supuestamente previsible.