Las Altas Cinco Villas están marcadas por su pasado medieval y las numerosas fortificaciones. Fue frontera primero entre cristianos y musulmanes, y posteriormente entre reinos cristianos. A su vez, la numerosa presencia judía ha dejado como herencia material sus antiguas aljamas del siglo XIII. El recorrido por la zona permite conocer interesantes enclaves históricos y disfrutar de una naturaleza desbordante en las faldas del Pirineo. Esta es una de las rutas más largas de todas las propuestas en esta serie, pero merece la pena.

El camino comienza en Sádaba. Dominando el municipio se levanta un impresionante castillo, varios mausoleos romanos, casas señoriales y su iglesia de La Asunción, del estilo gótico levantino. Casi desconocido, pero de visita obligada, nos encontramos con el mausoleo de los Atilios, en la carretera de Sádaba a Uncastillo. Conocido popularmente como Altar de los Moros. Aunque solo conserva uno de sus paramentos exteriores, los enlaces de las piedras del muro y restos de la cimentación señalan que el mausoleo fue un edificio de gran valor. La fachada conservada fue probablemente la principal, debido a la riqueza de elementos decorativos e iconográficos.

Casi sin tiempo para asimilar toda la información se alcanza Uncastillo que presume de románico aragonés en la iglesia de Santa María, además de otros cinco templos románicos, entre los que destaca San Martín. Una perfecta judería, junto con un imponente conjunto fortificado y una casa consistorial renacentista completan una visita al pasado medieval de esta localidad.

Enclaves romanos

A pocos kilómetros de la localidad destaca el conjunto de Los Bañales, un ejemplo más de la riqueza que logró la zona en la época de dominación romana. Aunque está en los alrededores de la población (es necesario el coche para llegar a él) la visita merece la pena, pues constituye uno de los enclaves romanos más importantes de la provincia. Según la guía Arte en la provincia de Zaragoza de Diputación Provincial (DPZ), como yacimiento arqueológico, Los Bañales esconde los restos de una ciudad romana cuyo nombre no puede asegurarse, pero que debió ocupar una extensión de algo más de veinte hectáreas. De la citada ciudad solo ha sido estudiado con detalle su sistema hidráulico. Fueron precisamente las termas las que debieron dar nombre al lugar y a la antigua advocación de Nuestra Señora de Los Bañales.

Siguiendo con la ruta se llega a las calles de Luesia. En el pueblo sobresalen los restos de su castillo dominando el casco urbano, que conserva trazas del barrio judío, varias casas palaciegas siglo XVI, la iglesia de El Salvador y su ayuntamiento.

Continuando con el viaje Biel, posee otro singular castillo erigido sobre la iglesia de San Martín y cuenta con una judería bien conservada, casas con galerías que cruzan calles de sabor popular y edificios nobiliarios. Un poco más adelante, en el curso del río Arba se alcanza El Frago, con sus ermitas, la iglesia de San Nicolás de Bari y la Casa Luis. El arco del Terrau servía de acceso a la villa que cuenta con una judería.

La ruta propuesta por la DPZ finaliza en Murillo de Gállego, junto a los Mallos de Riglos, con una importante oferta para la práctica de deportes de aventura, como el descenso de ríos o la escalada. El templo dedicado a San Salvador llama la atención desde la lejanía, compitiendo con sus robustas formas con el macizo rocoso sobre el que se eleva. El pueblo, perteneciente a la provincia de Zaragoza y situado entre el Prepirineo y la depresión del Ebro, junto al río Gállego, cuenta con un angosto trazado medieval, motivo por el que durante el verano se convierte en uno de los referentes turísticos de la comarca de la Hoya de Huesca. Contribuyen a este hecho las viviendas de sólida piedra y su irregular entramado de calles, perfectamente adaptado a la angosta pero hermosa morfología del terreno.