Antiguas casas de maestros, médicos y forestales, escuelas abandonadas y locales municipales en desuso de 75 municipios de la provincia de Huesca sirven ahora de viviendas con alquileres sociales para más de 70 nuevas familias y jóvenes. Localidades de menos de 500 habitantes como Broto, Frula, Biescas, Abiego, Albero Alto, Naval o Azlor han rehabilitado sus edificios históricos, reabierto sus escuelas infantiles y creado puestos de trabajo gracias a la llegada de nuevos vecinos durante la última década.

Con el objetivo de atraer población a estos municipios, que representan el 70 por ciento de la provincia altoaragonesa, la Diputación Provincial de Huesca desarrolla desde 2001 un programa de impulso demográfico que ha permitido 82 actuaciones de recuperación de espacios, con una inversión que ha superado los cuatro millones de euros.

En Biescas, la casa del maestro, construida después de la Guerra Civil, llevaba más de una década sin ser habitada hasta que se arregló para la entrada de una nueva inquilina, Mari Ángeles Hernando, de 61 años, que llegó en 2011 buscando un entorno tranquilo para sus padres. "Para mi padre, con alzhéimer, éste fue su paraíso, una casa adaptada y un paisaje puro que a mí me está manteniendo muy viva, por la calidad de vida que aporta la montaña", explica.

A estrenar

Al pie de la Sierra de Guara, Arloz, una localidad del Somontano de Barbastro con algo menos de 150 habitantes y 16 kilómetros cuadrados, está a punto de estrenar tres nuevos apartamentos en el edificio de lo que fue el colegio, construido en piedra en el siglo XIX, en la plaza de la iglesia. "En julio estará listo para acoger a nuevas familias, lo que para nosotros es una gran satisfacción por la vida que aporta al municipio y también por haber recuperado un edificio que ya tiene valor en sí mismo, porque o actuábamos o se hundía", ha explicado la alcaldesa de la localidad, Maribel De Pablo.

Familias, parejas jóvenes y personas que han encontrado un puesto de trabajo en estos pueblos alquilan las viviendas completamente reformadas a precios que rondan como máximo los 200 euros al mes, algo determinante para que muchos de ellos terminen quedándose.

Pedro Lencina y su mujer Carmen, de 52 y 51 años, llegaron a Broto en el 2006 para hacerse cargo del servicio de ambulancia que da cobertura a todos los pueblos en un área de 30 minutos de distancia y en el que todavía continúan. Lencina explica que en ese momento no se plantearon comprar una vivienda y que los alquileres se disparaban por el turismo durante el verano, por lo que hubiera sido "como mínimo muy difícil o incluso inviable" haberse quedado a vivir en el pueblo sin estas facilidades.

"Sin duda es una buena forma de fijar población, nosotros no tenemos ninguna intención de marcharnos porque nos gusta el entorno en el que vivimos y hacemos un servicio necesario en la zona", asegura.

El matrimonio vive en un piso en la planta superior del ayuntamiento, donde hay otra vivienda rehabilitada que ocupa un joven que trabaja en la hostelería, además de la antigua escuela del maestro en la que está alojada, desde hace menos de medio año, una trabajadora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

Motivación

El trabajo también fue lo que movió a Teresa Doto a empadronarse en Frula con sus dos hijos, de 23 y 15 años, para que el mayor se encargase del bar del pueblo, a escasos metros de donde viven desde hace un año, en la calle Arco. Además, Teresa ha encontrado trabajo en la escuela infantil de la localidad, que ha vuelto a abrirse con seis niños después de permanecer sin actividad durante medio año.

"Esto de la rehabilitación ha creado un efecto llamada para nuevas familias que ahora lo están pasando peor con la crisis y ven en los pueblos una vía para vivir mejor, y está todo el municipio encantado", indica. La localidad cuenta con tres nuevas familias desde finales de 2013 y, según su alcalde, Joaquín Monesma, otras cinco --dos de ellas con niños pequeños-- se han interesado para ocupar una nueva vivienda.

"En el municipio hay otras casas con alquileres muy asequibles pero con este programa los resultados son viviendas muy dignas a precios bajos y es lo que queremos para nuestros vecinos", señala Monesma. El pueblo ha pasado de 24 niños a 35 en menos de un año y desde el ayuntamiento aseguran que seguirán primando la llegada de nuevas familias con hijos, "aunque teniendo muy en cuenta las condiciones en las que vive la gente".