Reiki. Quien piense que esta palabra suena a chino no anda demasiado desencaminado. Es una palabra japonesa. Rei significa universal y hace referencia al alcance y la naturaleza de esta práctica, y ki significa energía, de modo que la palabra Reiki se puede entender como la energía vital universal. En realidad es una técnica complementaria a la medicina tradicional, que ayuda al paciente en la aceptación de la enfermedad, alivia los dolores y mitiga problemas como el insomnio.

Aglutinados en la Asociación Aragonesa Reiki para Todos, alrededor de un centenar de personas en Zaragoza se dedica, de forma voluntaria y altruista, a llevar el Reiki a los hospitales aragoneses --ya han formado a más de 250 profesionales sanitarios en centros zaragozanos-- y a diferentes colectivos y centros asistenciales. La práctica del Reiki se fundamenta en un emisor o canal que, a través de sus manos transmite energía vital a un receptor, con el fin de paliar molestias y enfermedades.

"Nuestro objetivo es llegar al paciente como proyecto humanitario. Se trata de una técnica oriental que se basa en algo instintivo: nos ponemos las manos donde nos duele y lo mismo hace una madre que, indirectamente, le está aplicando Reiki a su hijo", explica Estela Millán, presidenta de la asociación. Da igual cuál sea la enfermedad, el Reiki actúa sobre la persona, independientemente de lo que le pase", apunta. Sus principios son Solo por hoy, no te enfades, no te preocupes, da las gracias, trabaja honestamente, sé amable.

Esta asociación ya ha realizado varias sesiones formativas entre el personal sanitario de algunos hospitales y, de hecho, ya han conocido esta técnica más de 250 personas en ambos centros. Asimismo, realizan sesiones semanales en otros colectivos, como en la Asociación de Párkinson de Aragón. "Llega un momento en que el cuerpo no controla bien los movimientos. La gente llega temblando, pero durante la media hora que se le aplica Reiki no se mueve. Ves que están más tranquilos, tienen menos dolor y menos inflamación", relata Estela Millán.

Es el caso de Cinta Escartín, una mujer de 75 años que padece esta enfermedad y que no se pierde ninguna de las dos sesiones semanales que imparten los voluntarios en la sede de la asociación, en el barrio de San José. Yo ni había oído nombrar esta técnica. He notado mucha mejoría. Antes estaba hecha polvo por los dolores y ahora me encuentro mucho mejor. No me pierdo ni una sesión", explica. También Amador Plaza, presidente de la asociación, destaca los beneficios de esta terapia alternativa.

La organización, constituida como una oenegé, precisa de más voluntarios para poder abarcar todas sus actividades. "Nos están llamando de muchos sitios y no damos abasto", indica. Los interesados pueden dirigirse al teléfono de la asociación: 976 487 389.