La historia de Montañana es la de un pueblo medieval que vuelve a la vida tras décadas de abandono. Situado junto al Noguera-Ribagorzana, en la zona de Huesca que hace frontera con Lérida, su restauración empezó en 1998. Para entonces, esta aldea prepirenaica había caído bajo mínimos, pues solo estaba habitada por una familia. El resto de los vecinos había emigrado mundo adelante, más allá de los estrechos límites del municipio de Puente de Montañana.

El renacimiento de Montañana llegaría con los trabajos para recuperar su casas de estilo rústico, su iglesia y su ermita románicas y sus calles empedradas. "Ahora viven varias familias en el pueblo durante todo el año, y en verano se llena", señala Javier Torres, que se encarga de la oficina de turismo que atiende a los visitantes y realiza labores de promoción.

Una de las últimas mejoras que se han llevado a cabo, que ha llegado cuando muchas casas ya están reconstruidas, ha sido la iluminación del camino que conduce a la iglesia de Nuestra Señora de Baldós.

El ascenso al templo, señalizado de esta manera, se convierte en una excursión nocturna a través de las serpenteantes del pueblo, que han recuperado su empedrado original, una de las señas de identidad de los pueblos de la Ribagorza, pero que se ha perdido en muchos de ellos ante el avance del asfalto.

"En total se han instalado 21 puntos de luz, de forma tan discreta e integrada en el entorno que si se hace el camino de noche uno tiene la sensación de viajar en el tiempo, a una época en que los pueblos no se habían vaciado y estaban llenos de vida", apunta Javier Torres.

La rehabilitación no ha pasado inadvertida. La progresiva recuperación del pueblo es observada por un número creciente de turistas aragoneses, catalanes y franceses. La cercanía de la N-230, de Lérida al valle de Arán, ayuda mucho a que esa zona de Huesca registre un flujo continuo de visitantes. "Montañana tiene sus orígenes en el siglo X y una historia y una arquitectura especiales que hacen que su nombre suene mucho al otro lado de los Pirineos", sostiene Torres. Por eso este informador turístico está seguro de que el rico pasado del pueblo es una garantía de futuro para el pequeño enclave ribagorzano.