En todos los partidos políticos aragoneses (en los nuevos por obligación y en los tradicionales por pura y simple ley de la gravedad generacional) van surgiendo caras nuevas, jóvenes cargos públicos que se aproximan a la primera línea con la inequívoca intención de tomar el relevo a personajes que llevan demasiado tiempo cortando el bacalao. El mejor ejemplo de tales especímenes podría ser Violeta Barba, actual presidenta de las Cortes aragonesas, que llegó desde el quincemayismo fresca como una rosa roja: abierta, innovadora y estilosa. Por supuesto queda la duda de si esta señora y otros colegas suyos que despuntan por ahí traen una voluntad de cambio y renovación o ya han aprendido los trucos al uso... o son un fruto de los invernaderos creados en cada formación por el correspondiente aparato. En todo caso, habrá que confiar en ellos si esperamos un reseteo generalizado de programas. argumentarios, criterios y actitudes.

Escucho y leo muchas opiniones que ponen en duda el valor intrínseco de las innovaciones políticas. Es cierto que ni la juventud ni la bisoñez son en sí mismas virtudes que garanticen cualquier clase de maravillas. Podría ser al contrario. Pero si nos atenemos a la realidad, una plataforma tan desordenada, ingenua y dogmática como Zaragoza en Común está poniendo en orden las cuentas municipales de Zaragoza, reduciendo la deuda, y seguro que dejará la gestión meramente económica mil veces mejor que la encontró. Serán sectarios y perroflautas, pero en lo que se refiere a la transparencia y eficacia administrativa les dan sopas con ondas a los espabilados que les precedieron (y que tal vez acaben relevándoles tras las próximas elecciones locales). No es verdad, pues, que las prácticas de la vieja política esten por encima, en calidad y eficiencia, de las que caracterizan a los recién llegados. Más bien al contrario.

Yo sigo con mi matraca: Aragón no puede seguir aferrado a mitos tan absurdos como desfasados. No es lógico que estemos peleando por mantener abierta la central térmica de Andorra y nos rebotemos cada vez que algún municipio de cierta entidad (empezando por Zaragoza) intenta reducir el tráfico de automóviles, poner coto a la contaminación y racionalizar la movilidad urbana, según el ejemplo que nos dan las ciudades del resto de Europa.

La Fundación Basilio Paraíso, de la zaragozana Cámara de Comercio e Industria, advirtió el otro día de que nuestro crecimiento se va a frenar y en todo caso seguirá por debajo de la media española. No, en este caso la culpa no será de Cataluña, sino de otros factores más próximos: se teme un descenso de las exportaciones, mientras nos arrastra esta dulce decadencia que las fuentes oficiales y oficiosas, tan activas e ineludibles, se empeñan en disimular o desmentir mediante ejercicios de posverdad. Como ya escribí hace pocos meses, los bienes de Sijena están volviendo a su lugar de origen. Sí, pero al mismo tiempo la factoría de Opel en Figuruelas, corazón industrial de la comunidad, atraviesa momentos confusos e inquietantes.

A esto hay que darle una vuelta, sí o sí. A ver si los jóvenes...