El lindano no está a buen recaudo en Sabiñánigo. La fábrica de Inquinosa elaboró esta sustancia química de propiedades tóxicas entre 1975 y los años 90 del pasado siglo, cuando cesó en sus actividades acosada por los ecologistas y la Justicia. Pero los residuos del pesticida, e incluso el producto original, siguen medio ocultos en la ciudad y su entorno y basta cualquier fallo para que, mezclados con las aguas del Gállego, se extiendan por otras zonas de Aragón.

"Si algo caracteriza al lindano es su persistencia en el medio ambiente", explica Mariano Polanco, de Ecologistas en Acción, entidad que hace ya más de 30 años que denuncia los riesgos que entraña para la salud humana y la naturaleza la problemática gestión de los restos del pesticida.

En la capital del Serrablo, los residuos degradados de lindano se concentran en el antiguo y el nuevo depósito de Bailín, focos de la reciente contaminación del río Gállego, y en el vertedero de Sardas. Además, en la propia fábrica, abandonada a su suerte desde los años 90, todavía existe una reserva indeterminada de pesticida en frágiles tambores de cartón, semejantes a los de detergente.

"Como se ha visto, el nuevo vaso de Bailín no es la solución del problema", subraya Polanco, que considera que un incorrecto tratamiento y traslado de los restos de lindano de su antigua a la nueva ubicación, distantes solo 200 metros, está en el origen de la polución de las aguas del Gállego.

"Entre otros muchos residuos de distinto tipo, el nuevo vaso contiene restos líquidos de lindano que rezumarán y acortarán la vida del depósito", opina el ecologista. "El traslado de los restos desde el viejo vertedero ha sido un desastre porque, a raíz de una sucesión de tormentas a principios del pasado verano, se ha actuado precipitadamente, sin respetar las normas y protocolos establecidos", asegura.

Una mancha que avanza

Además, recalca que en el viejo vertedero, convertido en un desmonte terroso, existen restos de lindano y otros contaminantes en fase líquida libre, "hasta una profundidad de 40 a 45 metros". "Y un solo litro de esa sustancia inutiliza 1.000 millones de litros de agua", advierte.

Lo peor, explica Polanco, es que no existe en la actualidad un método para la eliminación definitiva del lindano. Por eso, sea cual sea su estado (líquido, mezclado con tierra, en polvo), no será fácil desembarazarse de las 80.000 toneladas encerradas en el vaso construido en Bailín.

Y el vertedero de Sardas constituye "otra bomba de relojería". Situado entre la variante de Sabiñánigo y el embalse existente en el río Gállego, a la altura del polígono industrial, oculta restos líquidos de cierta densidad que avanzan hacia el agua y están enterrados bajo el limo.

En este punto, donde llegó a haber una depuradora, se mezlan residuos orgánicos con otros procedentes de la fabricación del aluminio, del inevitable pesticida y de fungicidas, además de restos de actividades relacionadas con la química inorgánica. Y aquí, como en Bailín, se está a expensas de que una violenta tormenta eleve el caudal del río, remueva el fondo del pantano y arrastre de nuevo aguas abajo el lindano.