En las facultades de Periodismo, en la universidad de la vida también, deberían de incluir una asignatura obligatoria: Un par de horas con Roberto Pardos Roberto Pardos. Y es muy probable que con asistir un día a clase, convalidaran al alumno el resto de los años de estudio entregándole a la salida del aula el título correspondiente. Aun siendo imprescindible la enseñanza teórica en toda carrera, existen profesores graduados no solo por una ingente experiencia, sino por la práctica cotidiana de enamorar y enamorarse de una profesión. Y son estos eruditos, muchos de ellos hechos a sí mismos, quienes en verdad conocen dónde se encuentra el santo grial del magisterio.

Pardos ha sido la comadrona, y en mucha ocasiones el padre y la madre, que ha asistido el complicado parto del periodismo democrático de este país, trabajando siempre desde el taller que lo vio nacer como linotipista hasta convertirse en pieza fundamental, en hombre de máxima confianza del engranaje de las empresas. Avispado, inteligente, oportuno y con la sinceridad a flor de piel, el principal motor de su particular rotativa, este aragonés inquieto y transmisor inagotable de ilusiones ha escrito un libro, Así nacen y mueren los periódicos en España. Entre esa páginas que han brotado con naturalidad y pasión, late el periodismo en estado puro, un oficio artesano que agoniza y al que Pardos ofrece una transfusión sin límites de su imbatible sangre zaragozana.

Leer sus testimonios, de gran una riqueza documental y sentimental, será descubrir un continente de escarpadas cordilleras, de caminos tortuosos, pero sobre todo de la alegría traviesa que contagia cuando la conversación sobre periodismo y periódicos iluminan sus ojos. Está convencido de la inmortalidad de su amor, de que el papel sobrevivirá. Cómo no creer al aragonés que subió una colina y bajo de una montaña. A veces por su propio pie, en ocasiones rodando, siempre sonriendo, pedaleando por la vida con el maillot de la fina y transparente ironía de un pesimista que desborda optimismo y esperanza.