Verónica Zlatar, la novia de Robert Racolti, el joven fallecido por un disparo en la cabeza en Ricla, hace dos años, volvió a rememorar ayer ante un jurado en la Audiencia Provincial de Zaragoza su encuentro en la bodega del acusado, Francisco Canela, la noche del 10 de enero del 2016. Según recordó, al entrar en la bodega el acusado dijo: «De aquí no va a salir nadie». Y tras enfrentarse por las notas ofensivas que les acusaba de haber escrito, «sacó la pistola y me apuntó a la cabeza», aunque al final «disparó al suelo, para asustarme».

La joven explicó a la fiscala que era «amiga» de Canela, a cuya casa iba con otras amigas para «comer pizza, fumar algún canuto o lo que fuera». En esas reuniones a veces escribían notas o dibujaban «tonterías», y reconoció como suyas todas las que había recopilado el acusado. Todas, salvo la que tenía un pene dibujado y la frase «si te atragantas, escupe», que Canela encontró en su buzón un par de días antes del homicidio. «Esa no es mi letra», volvió a afirmar. Y no hay pericial caligráfica solicitada, por nadie, que confirme o desmienta la afirmación.

En cualquier caso, la joven explicó cómo un par de días antes del suceso, por WhatsApp, Canela le preguntó por la nota, y en una tienda de Ricla en la que se encontraron también le dijo, «con ironía», que le gustaba su letra. Aquel 10 de abril, sobre las 15.30 horas, le vio en el bar, e incluso le pasó el porro. No lo vio borracho, aunque «alguna cerveza había bebido». Por la noche se reanudó la conversación por el móvil y acabó por ir con su novio a la bodega. Esperaron a que bajara Canela, «que estaba en casa, encendía la luz».

Zlatar negó a la abogada defensora, Soraya Laborda, que hubiese ido «por miedo» a que les denunciase por las notas, ya que poco antes les habían detenido con marihuana en el coche. «No tiene nada que ver, a mí no me pasó nada por eso», defendió.

De hecho, dijo que fue Canela quien les enseñó las notas, aunque luego las escondió. Negó también que ella hubiese agredido al acusado, porque «no hubo tiempo de bofetadas» antes de que sacara el arma. Tras el primer disparo de advertencia, ella se fue corriendo a avisar a sus padres. Le pareció ver, admitió a la defensa, «a los dos cayéndose», antes de salir.

Cuando volvió a entrar, Canela estaba «sujetando por los sobacos a mi novio, que sangraba mucho». Acabó por fallecer.

Los diversos testigos de ayer discrepaban sobre si el acusado, que luego intentó taponar la herida, iba bebido o no. Para un guardia civil parecía drogado, una sanitaria solo apreció que olía a alcohol, y otros ningún efecto.