La nueva vía de participación democrática abierta en los países mediterráneos es, para unos, una vía de agua; para otros, una vía de esperanza.

Grillo, en Italia; Tsipras en Grecia o Pablo Iglesias en España representan una nueva manera de entender la política y de participar en ella.

Todo dependerá ahora de su capacidad para trasladar los sueños al papel, las ideas al gobierno, la crítica a la razón. Una tarea nada fácil, y en la que otros muchos utópicos, antes que ellos, han fracasado colectivamente, aunque en determinados ejemplos, como Fidel Castro, sus figuras hayan pasado a la historia. Grillo, en Italia, no ha fracasado, pero tampoco ha supuesto el revulsivo que apuntaba cuando pasó de un plató de televisión (como Iglesias) a la arena política.

En Aragón, la última utopía la encarnó Chunta Aragonesista.

Cuando aquel grupo de jóvenes profesores, Chesús Bernal, Antonio Gaspar, Bizén Fuster, enarbolaron la bandera de un Aragón de izquierdas agitaron la plácida política institucional y removieron conciencias. La Chunta estaba, estuvo desde el principio en la calle. Desde sus aceras querían limpiar los despachos y cambiar el mundo. Nunca llegaron a gobernar, ni legislaron, como le pasó a Costa, aunque sí formaron parte de alianzas de poder con el Partido Socialista, particularmente en el consistorio de Juan Alberto Belloch.

Hoy, Chunta sigue sin gobernar, y acaso sin querer gobernar, pero igualmente, como ha hecho siempre, continúa defendiendo los intereses de Aragón y denunciando irregularidades, injusticias y carencias. Algo que todavía no han hecho los señores de Podemos, que ni siquiera se han pronunciado sobre el trasvase del Ebro. El PAR, por su parte, que también, allá por el momento seminal de su fundación, vivió su utopía, ha perdido frescura y romanticismo en su alianza con el Partido Popular.

Su mensaje autonomista, aragonesista, que durante tantos años ha sonado, que tan decisivo ha sido en las luchas estatutarias, el antitrasvase, el incremento competencial, apenas se escucha en los últimos tiempos. Sus dificultades y divisiones internas han ocluido el mensaje, velado la bandera, limitado su presencia a la solución del conflicto fraterno. Reactivarse es su nueva utopía.