El año ha comenzado con fuertes sorpresas para un Gobierno de Aragón que, con apenas un semestre de existencia, ya ha pasado a mejor vida.

Como en la canción, unos que vienen, otros que se van. Dos consejeros se van y otros tantos vienen.

Se fue Mario Garcés, el más brillante y reflexivo de los fichajes de Luisa Fernanda Rudi, pero no para ser ministro, sino para ocupar un cargo de segunda fila en un ministerio de Rajoy; una discreta subsecretaría con rango, en apariencia, inferior, al que Garcés venía ostentando como consejero de Hacienda del Pignatelli. ¿Por qué se habrá ido tan pronto esta joven promesa? ¿Para engordar el currículum y seguir haciendo carrera? ¿Porque no estaba a gusto con el PAR? ¿Quizá porque no le gustaba lo que había visto en las arcas aragonesas?

Premonitoriamente, ese excelente entrevistador que es David Rey aventuraba en el último número de En Portada, en una conversación con Garcés todavía en consejero, su intuición de que supermario no estaba donde debía estar y de que este político importado para la ocasión saltaría de Aragón a la primera que se le presentara. Así, en efecto, ha ocurrido. Otras fuentes me dicen que el propio Garcés ha reconocido en privado haberse precipitado al tomar la decisión de trasladarse a Madrid. Pero ya es tarde y pronto será olvidado.

Para ocupar el estrellato del Gobierno PP--PAR, entra pisando fuerte Arturo Aliaga, número dos del PAR, quien ya fuera consejero de Industria en la etapa anterior. Político moderado en lo ideológico y emprendedor en la gestión, muy currante y entusiasta de la tierra, está bien visto por la clase empresarial y goza, en general, de buena consideración. Su perfil es más creativo que el de Garcés.

De Aliaga y su equipo dependerá en buena medida la capacidad del ejecutivo para atraer nuevas inversiones y proyectos a un Aragón asolado por los recortes, las cifras del paro, la situación financiera de sus principales instituciones y el decaimiento y desmoralización de su tejido industrial, logístico y comercial. Al aceptar el reto en un momento tan difícil, y en el seno de un gobierno, el autonómico, que no parece se decida a arrancar en el capítulo de la inversión pública, Aliaga apuesta su trayectoria y prestigio. Por la cuenta que trae a muchos, ojalá encuentre soluciones a corto plazo en la creación de empleo y rescate de los sectores más deprimidos.