Celebramos hoy, además de las festividades propias de San Jorge, el Día del Libro.

Una fiesta cultural que, en Zaragoza capital, se ha venido consagrando en las últimas ediciones como una cita ineludible para el encuentro entre escritores y lectores, siempre con la eficaz colaboración del gremio de librería. Estoy seguro de que la jornada resultará de lo más intensa e interesante, de que se batirá un nuevo récord de venta de ejemplares y de que no habrá nadie que no se vuelva a casa sin un ejemplar debidamente firmado por su escritor favorito. Si es más de uno, mejor.

La fiesta del libro tendrá una hermosa y práctica continuación mañana, jueves, por la tarde, con la presencia en el Salón del Trono de la Diputación Provincial de Zaragoza de una autora muy especial: Irene Villa.

Aquella niña que a principios de los años noventa fue gravísimamente mutilada por un artefacto explosivo de ETA ha alcanzado la madurez de los treinta años con un formidable historial de superación tras de sí.

Poco a poco, paso a paso, Irene Villa ha conseguido sobreponerse a los terribles daños sufridos en su cuerpo, para ir progresivamente recuperando el ánimo, la normalidad, la vitalidad, e irradiar a su alrededor, con gran generosidad, las más positivas vibraciones.

Casada y con un hijo de corta edad, Irene es hoy una persona realizada y feliz, equilibrada, sana y con impulso suficiente como para ponerse unas tablas y competir en los campeonatos de esquí adaptado, especialidad en la que ha logrado notables éxitos.

Irene Villa visitará Zaragoza para mantener una charla--coloquio con sus muchos lectores sobre temas de superación personal y para presentar su nuevo libro, Nunca es demasiado tarde, princesa (Editorial Espasa). Un bonito título, inspirado en la famosa canción de Joaquín Sabina, que aglutina un conjunto de relatos, trenzados a modo de una novela, en los que los valores que animan y sostienen a la autora se plasman en una serie de vidas truncadas por inesperados accidentes que ponen a prueba a sus protagonistas.

Vidas que de pronto, súbitamente, caen al abismo y temen no salir de ahí. Sin embargo, con fuerza de voluntad y la debida ayuda conseguirán, como Irene, recuperar parte de sus funciones y, sobre todo, las ganas de soñar y vivir.