La España real asoma su inquietante realidad en El Niño, la nueva y excelente película de Daniel Monzón, inspirada en la vida real de un narcotraficante.

La cámara nos traslada a la Andalucía deprimida, a esas barriadas de Tarifa o Algeciras donde el paro sobrepasa el 50%, por lo que (entre otras razones) a muchos de los jóvenes se les hace difícil resistir la llamada de la selva de amapolas que crecen al otro lado del Estrecho de Gibraltar para convertirse en cocaína, heroína o, lo que es lo mismo, en euros.

Arturo Pérez--Reverte ya había tratado el tema del narcotráfico en el Estrecho en una de sus mejores novelas, La reina del sur, pero aquí, a través de las aventuras de El Niño, se profundiza más en la relación entre las drogas y la sociedad, en el gusto por el peligro inherente a la juventud en relación con un enriquecimiento tan rápido como ilícito.

Las figuras de los jovencísimos camellos que se juegan la vida pilotando las canoas fueraborda están tratadas con realismo, pero también con cierta ternura y sentido del humor. A menudo, sus sueños de prosperidad y riqueza cobran un tinte heróico, realzado por su indómito valor y por la resolución con que se enfrentan a las bandas organizadas y a las fuerzas de seguridad; pero el argumento no llega a caer en la apología, porque el final, resuelto con los renglones torcidos de las palizas y condenas de prisión, es asimismo muy realista. La violencia, la venganza y la muerte están en todo momento presentes, desde que el primer fardo de coca sale de las catacumbas del Rif hasta que se desembarca un alijo en una playa desierta del coto de Doñana.

Los jóvenes narcos saben que tienen muy poco tiempo para arriesgarlo todo y que, antes o después, los todoterrenos de la Guardia Civil o los pájaros de la Policía Nacional se cernirán sobre sus destinos, abortando sus sueños y entregándolos a la justicia para que esta trate de encauzar sus erróneas vidas.

Película realista y cine negro, pero también cine de calidad. Técnicamente,.la cinta está a la altura de cualquier thriller internacional, demostrando que en España, además de la comedieta de costumbres, las infumables series de televisión y el cine de autor de, como mucho, segunda fila, se sabe trabajar con los grandes géneros de acción, con la intriga y el ritmo, con el diálogo y la psicología de los personajes.