Hace un año tuve la oportunidad y el placer de participar en la antología literaria España Negra (Rey Lear), centrada en el relato de intriga.

De la lectura de aquella veintena de cuentos se obtenía una visión cuando menos inquietante de la piel de toro, atravesada por las banderillas de la corrupción, el rejón de la violencia y las estocadas de las mafias. Políticos y banqueros corrompidos hasta las cachas se daban la mano con pederastas, asesinos y un variado elenco de sinvergüenzas que desdecía toda virtud pública del país. Aquellas ficciones, en su conjunto, sumaban una demoledora impresión, pero no tan grave como la propia realidad, que una vez más ha superado a la más audaz fantasía.

Las tarjetas negras u opacas de Bankia han sacudido el país con una risa diabólica, la del triunfo del mal. Todos esos granujas que se llevaban el dinero a casa a manos llenas, que se compraban coches y casas, trajes y yates, a costa del dinero de los inversores o del rescate público son escoria, basura moral, deshecho ético, pero no dan con sus huesos en la cárcel y, si pudieran, volverían a hacer lo mismo.

Muy probablemente, los escritores de novela negra de la próxima generación tratarán estas lacras con mayor profundidad, pero si queremos rastrear los actuales vicios en un pasado reciente debemos suscribir el rescate, no de Bankia ni de cualquier otra Caja mancillada por sus gestores, sino de las novelas de ese extraordinario escritor que es Carlos Pérez Merinero; loable propósito en el que el editor Jesús Egido se ha embarcado.

En Días de guardar, novela escrita en 1980 y recién recuperada para las librerías por Reino de Cordelia, Pérez Merinero traza un reflejo de la realidad tan diabólico como los relatos y personajes de Jim Thomson, del que es aventajado discípulo. Desvergüenza, inmoralidad, violencia... Todos los rasgos degradantes del individuo, a partir de su falta de empatía, confluían en el nuevo antihéroe social, un transunto de los consejeros de Bankia, de los alcaldes de Gürtel, de los amigos de Bárcenas, alguien que sólo busca dinero, poder y dominio sobre los demás, su sometimiento y silencio.

La democracia o la educación se manifiestan como barreras inútiles para frenar el avance del mal. La España de Merinero ya era negra como el carbón, y desde los ochenta no se aclarado nada.