Pasé una velada entretenida y didáctica rodeado de los hosteleros que, procedentes de media España, se desplazaron hasta Zaragoza para recoger sus premios anuales.

La fiesta, organizada en el Teatro Principal y en los salones de Bantierra, contribuyó a realzar la trascendencia medular en la economía española de este sector estratégico, tantas veces infravalorado, que emplea a cientos de miles de ciudadanos, fija población, multiplica el tejido social (como destacó en su intervención el teniente de alcalde Jerónimo Blasco), actualiza y pone en valor la gastronomía (en palabras de la directora general de Turismo Elena Allué) y, en conjunto, hace bastante más agradable la vida a los demás.

Un sector muy amplio y variado, en el que conviven grandes cadenas (las premiadas Mac Donald's o Ibergrill) sin ir más lejos, con cualquiera de esos modestos bares de zona, como el que ha servido de sede e inspiración para el anuncio de la Lotería navideña.

Tanto el presidente de la Federación Española de Hostelería, José María Rubio, como el de Bantierra, José Antonio Alayeto, coincidieron en señalar el gran trabajo del sector en materia de innovación empresarial, diseño y calidad.

Casi todos estos hosteleros de referencia, dueños de restaurantes de prestigio, como El Olivar de Murcia, Bodega del Riojano de Santander, Docamar o Los Galayos de Madrid, o la zaragozana Cafetería DFábula apuntaron que el cliente, el usuario de sus establecimientos ya no es el de antes, o el de siempre; que la revolución informática ha cambiado también esa relación y ahora el cliente se muestra más y mejor informado, y suele ser más exigente.

En la capacidad de adaptación a los tiempos y a los nuevos recursos descansará en buena medida, según explicó José María Rubio, el horizonte de cada negocio, sin olvidar, se lamentó, que en los últimos años se hayan visto obligadas a cerrar cientos, seguramente miles de ellos, en su mayoría pequeñas empresas familiares.

Para Zaragoza y Aragón, la hostelería es una piedra angular, estructura y condimento imprescindible para organizar, consolidar, amenizar toda clase de actividades económicas o culturales.

Un sector atento y amable al que los poderes públicos deberían prestar atención.