Dice la sabiduría popular que por San Blas, la cigüeña verás. Estas aves migratorias abandonaban los campanarios en los meses de invierno y regresaban por estas fechas, a primeros de febrero. De la observación de la realidad surgió el refrán. Pero ahora, como dicen los mayores, todo cambia. En las últimas décadas, los movimientos migratorios de estas aves han disminuido, muchas permanecen entre nosotros todo el año o apenas se mueven unos kilómetros ya que encuentran en los vertederos periurbanos una alimentación fácil y perpetua.

Itziar y Violeta son dos cigüeñas que viven en Binaced (Huesca) a las que se les implantó un sistema de seguimiento con geolocalizador por GPS. El control de sus movimentos certifica lo que ocurre en la actualidad: «El 50% migra y el otro 50% se queda en la zona», afirma Luis Tirado, delegado territorial en Aragón de la oenegé SeoBirdlife. Esta organización lleva varios años estudiando la migración de la cigüeña blanca y se han marcado con dispositivos GPS más de 50 aves en toda España. En Aragón, las zonas con mayor población son el corredor del Ebro y el corredor del Cinca, entre Monzón y Fraga, pero también las Cinco Villas y los regadíos en la Hoya de Huesca.

Violeta no emigra, se mueve por la ribera del Cinca y el Segre: «En invierno está por el vertedero de Montoliu, en tierras ilerdenses, a tan solo 50 kilómetros de su nido». Mientras que Itziar, más joven, voló a Mali donde se perdió la señal, bien por un fallo de batería o por la pérdida del dispositivo. Pero sigue viva pues llevan un sensor de mortalidad y es posible que esté de vuelta.

Lo que está comprobado es que hay un cambio en las tendencias migratorias, por los inviernos más cálidos y por el cambio en la alimentación. Aunque abandonan su zona de reproducción muchas se quedan en las cercanías; otras viajan al sur de España, hasta las marismas del Guadalquivir y solo las más jóvenes cruzan el estrecho hasta África para llegar al Sahel y la parte más alta subsahariana: «Es como si los adultos hubiesen aprendido que no es necesario viajar lejos para obtener comida, y se quedan aquí». Si vuelve la joven Itziar, cuando sea adulta, seguramente se quedará por el corredor del Cinca junto a Violeta durante todo el año.

Aunque la presencia de vertederos semiurbanos es para las cigüeñas una fuente de alimentación fácil, y fueron fundamentales para la recuperación de la especie, hoy podría ponerlas en riesgo. No obstante, su base alimentaria «es el cangrejo americano, que está en los cultivos de regadío y en segundo lugar los ratones topillos. La presencia de estas aves en zonas rurales es un beneficio para la agricultura pues limpian los cultivos de esos elementos nocivos», afirma Tirado.

Además, la cigüeña es símbolo de buenaventura; con ella llega el buen tiempo, se acaba el invierno y hasta trae a los niños. Pero SeoBirdlife afirma que cada vez abundan más mecanismos sofisticados para evitar que aniden en tejados de iglesias y edificios, «empalizadas de pinchos afilados o cables electrificados que, en algunos casos, son de dudosa legalidad». Aún así, la población de cigüeñas ha aumentado desde las 7.500 parejas que había en 1995 hasta 33.000. Y es una especie protegida hasta el punto que «la retirada de nidos solo se autoriza excepcionalmente y de forma justificada, si no existe otra alternativa». Es de «interés especial» y aunque no está en peligro de extinción, es vulnerable pues en el año 2020 los vertederos tienen que reutilizar el 50% de materia orgánica. Quizás retome su costumbre migratoria, volando 3.000 kilómetros hacia África en invierno y regresará de nuevo, el 3 de febrero. Mientras, habría que cambiar el refrán: por San Blas, la cigüeña protegerás.