Santiago Vigo, de 83 años, siempre ha residido en Denuy, una aldea de 15 habitantes donde un ciudadano belga ha montado una vivienda rural que acoge a turistas europeos. Denuy, en la ladera de una montaña, oculto en medio del paisaje agreste del valle, se convirtió en una ratonera el día del incendio. Rodeado de vegetación, solo tiene una salida practicable, montaña abajo, hacia el río Baliera.

A Vigo lo rescató la Guardia Civil, que recogió a todos los vecinos mayores de la aldea. "Aquí lo peor fue el humo, que empezó a rodear las casas y cada vez era más denso".

El fuego, en cambio, no llegó a aproximarse a las casas. Avanzó por la ladera, cambiando de dirección según soplaba el viento, y destruyendo todo a su paso.

En Denuy los vecinos cultivan unas huertas que les dan excelentes hortalizas. Sin embargo, no es un buen pueblo, en opinión de Santiago Vigo, que hasta que se jubiló fue ganadero. "El paisaje es pobre", dice mirando a su alrededor.

Pinos, robles, arbustos de boj y maleza cercan las casas. Más allá, monte arriba, empiezan los pastos. Todo tiene un color amarillento, ocre, como enfermo tras un invierno de sequía extrema.

Las casas, en cambio, han sido restauradas y se ven sólidas, como todas las del valle de Castanesa.