La iglesia de San Pablo mostraba ayer por la mañana una estampa poco habitual en cualquier otro momento del año, y es que minutos antes de las once, la puerta principal del templo se veía escoltada por algunos especímenes a cuatro patas que esperaban pacientemente. Perros de todas las razas, gatos, cobayas, pájaros, caballos e incluso algún burro se daban cita en la parroquia del Gancho con un objetivo: recibir la bendición de San Antón. Así, mientras que en la iglesia se preparaba el culto, fuera se iban congregando animales de distintas especies que, acompañados de sus dueños, jugaban y se miraban curiosos entre ellos.

En ese escenario, los perros ganaban en participación por mayoría absoluta. Así, canes grandes y pequeños, transportados en brazos y con correas, engalanados con trajes, o cachorros y mayores iban poblando una calle que tomaba un cariz tan especial como la cita que tendría lugar un poco más tarde. Junto a ellos, los gatos zaragozanos también quisieron tener representación y, algunos muy engalanados, acudieron a la llamada del santo.

Una cita que comenzó a las once de la mañana con el primer acto preparado, la celebración de la palabra dentro de la parroquia. Con ella, los peculiares protagonistas del día entraron al templo y poblaron su nave central. Muy bien se portaron, salvo algún ladrido fortuito, mientras el párroco de San Pablo, Santiago Fustero, dirigía la ceremonia. Algunos, como resulta lógico por su tamaño, esperaban fuera del recinto a que acabara el acto. Fue el caso de la burra Chenoa. «Tenemos también un caballo muy dócil que se llama Bisbal», explicaba divertido José María, dueño de los dos equinos. «Es una tradición muy antigua, ya venían mis padres», afirmaba.

En el lateral de la iglesia, dos caballos de la Policía Local de Zaragoza esperaban serios, pacientes y serenos, acompañados por dos agentes del cuerpo con similar actitud. Un aspecto que encontraba su guinda en la elegancia, ya que tanto humanos como cuadrúpedos acudían a la llamada de san Antón con el uniforme de gala.

Además, multitud de animales aguardaban en los alrededores, ya que todos no cupieron dentro de la iglesia. La espera concluyó cerca de las once y media, cuando por la puerta salía el santo en procesión por las calles del barrio. Liderada la marcha por los caballos de la Policía y el tradicional gancho que da nombre a la parroquia, san Antón se paseó seguido de todos sus fieles en una peculiar y multitudinaria procesión animal.

Cientos de personas se congregaron alrededor de esta celebración, entre las que se encontraba el alcalde de la ciudad y vecino del barrio, Pedro Santisteve. El broche final del culto llegó cuando la imagen regresó a la entrada principal del templo. Mientras las campanas repicaban, el santo se colocó en la tarima habilitada para presidir el acto de bendición y el sacerdote comenzó a repartir agua bendita con el hisopo sobre dueños y mascotas que, desde abajo, aguardaban con ilusión el momento. Tras ello, concluyó la festividad de San Antón con el objetivo cumplido.