Víctor Magdalena sufrió un ictus en 1998. Una tarde de sábado, en el coche, su mujer le dijo que le encontraba extraño. "Me decía que tenía la voz rara". Una consulta a un médico cercano no hizo sospechar, pero el problema llegó horas más tarde. "Fue en la cena. Se me cayó el tenedor y ya no pude cogerlo".

La consulta en urgencias confirmó que Víctor había sufrido un ictus. "Estuve ingresado durante tres semanas y salí en silla de ruedas". La recuperación le obligó a empezar una nueva vida. "Le dedicaba cuatro horas cada día durante un año". Pero valió la pena. "Era hipertenso y fumaba hasta dos paquetes diarios, pero ahora todo eso se acabó". Solo queda una cojera en su pierna derecha.

Magdalena es el actual presidente de la Asociación de Ictus de Aragón (AIDA), que acoge a 400 asociados. Las subvenciones suponen el 25% de su presupuesto, pero "aún no hemos recibido nada de la DGA y el ayuntamiento nos ha recortado un 70%".