Que Aragón pierde fuelle es algo indudable. Podríamos relativizar la cuestión advirtiendo que esta comunidad nunca alcanzó una posición tan buena ni gozó de una economía tan diversificada y saneada como se pretendía antes del 2008. Pero si la crisis llegó un poco más tarde que a otros territorios y si de entrada estuvimos en mejor posición que la media española en lo referido al aumento del desempleo y otros desastres, hace tiempo que el ritmo de caída se ha acelerado y ya no andamos tan lejos de los promedios. Trimestre a trimestre, mes a mes, la estadística golpea sin piedad: en los dos últimos años registramos 17.700 desempleados más. Y eso mientras la población activa disminuye a ojos vista (según la EPA, en el último trimestre bajó en casi seis mil personas). Nuestra industria sigue azotada por los ERE, los servicios declinan, la hostelería no ha percibido el boom turístico de esta temporada. En este plan, al Gobierno autónomo (PP-PAR) no le sirven ya los argumentarios generales que emite cada semana la central conservadora en Madrid. Aquí no hay indicios de que la recesión haya tocado fondo. Ni de coña. Recemos para que los modelos fabricados por Opel en Figueruelas tengan buena salida en el exterior. Que si no...

Habiendo cumplido a rajatabla con los objetivos de déficit, ha quedado margen para conseguir financiación suplementaria. Con ese dinero (unos 350 millones para lo que queda de legislatura) se pretende lanzar el Plan Impulso, una serie de medidas destinadas a producir desarrollo y crear empleo. Solo que dicho plan se presentó en mayo, se debatió en agosto y todavía está pendiente de nuevos trámites. En cualquier caso, lo limitado de su alcance y el hecho de que vaya a ser empleado para tapar agujeros y lanzar una especie de lluvia fina y extensa sin un objetivo central hace dudar de su eficacia. Parece que el Ejecutivo aragonés (lentísimo de reflejos) quiere dar la sensación de que hace algo más que recortar. Sin embargo las sensaciones (tan manejadas en los tiempos del Marcelinato) pueden servir para dorar la píldora cuando las cosas van bien o medio bien, pero resultan inútiles si la situación está tan deteriorada como en la actualidad.

El consejero de Economía y Empleo, Francisco Bono (que actúa como una especie de observador neutral de los acontecimientos) cree que las medidas de las administraciones no pueden suplir la atonía de la actividad económica privada. Tiene razón en parte. Debería recordar que los gobiernos están para dirigir el rumbo de la sociedad hacia un lado o hacia otro. Aragón nunca ha seguido una ruta clara ni lógica y arrastra un despiste estratégico monumental. Ahí nos duele. Y (por desgracia) nos seguirá doliendo.