Una de las cosas que más me ha llamado la atención cuando he visitado el despacho de algún presidente ha sido que su mesa de trabajo estaba vacía. Como si de una manifestación de poder se tratara, ni un solo papel, expediente o convenio mancillaba la pulida superficie de su escritorio.

En cambio, la mesa de Francisco Franco, según vemos en un reportaje publicado por Tiempo en torno a sus documentos secretos, estaba atiborrada de legajos y papeles, de cartas y documentos, de plumas, sellos y objetos de escribanía, hasta no dejar un centímetro libre, salvo para un cenicero de cristal. ¿Fumaba el general?

El reportaje de Javier Otero en Tiempo no se detiene en frivolidades, sino que trata de profundizar en los secretos que todavía se ocultan en la Fundación Generalísimo.

Documentos de alto valor histórico a los que ni siquiera los investigadores especializados tienen acceso. Tampoco el Gobierno del PP parece tener especial interés en que sean desvelados, por lo que ha recomendado a la fundación que restrinja su uso. Tanto secretismo ha motivado la queja de Izquierda Unida y la interposición de una proposición no de ley para tratar de liberar esos fondos a los historiadores y a nuevas investigaciones sobre la guerra civil y el franquismo.

Documentos comprometidos, desde luego, como los que afectaron a las relaciones entre Estados Unidos y España. Con informes y planos sobre los cables submarinos en el Estrecho de Gibraltar y las consecuencias de un ataque atómico por potencias extranjeras a la base de Torrejón. Con detalles de las conversaciones entre el Opus y el Caudillo. Con informes privados de determinados saltos eléctricos explotados por compañías en las que los Franco tendrían acciones. Con más detalles sobre los etarras que atentaron contra Carrero Blanco. Con los estudios, a cargo de científicos norteamericanos, sobre trozos de cápsulas espaciales soviéticas caídas en suelo español. Con información privada sobre la delicada situación económica por la que atravesaba el infante don Jaime.

Un caudal histórico e informativo de incuestionable relevancia e interés que, en efecto, debería estar a semejantes alturas desclasificado, pero que Franco se llevó a una tumba de la que ahora pretenden exhumarlo, junto a José Antonio, que también guarda secretos, en un nuevo capítulo de la polémica crónica de nuestra memoria histórica.