En el contexto de la opinión pública, la derrota de Susana Díaz, en principio contra pronóstico, no se ha planteado aún como una consecuencia de su condición femenina. Ignoro si ese debate se dará con el tiempo, del mismo modo que en Estados Unidos sí ha llegado a analizarse ese factor como posible explicación de la victoria de Trump frente a Hillary Clinton. En cualquier caso, dos firmes militantes del PSOE, primero Carme Chacón (frente a Rubalcaba) y ahora Susana Díaz (frente a Pedro Sánchez) han fracasado en sus intentos de conquistar la secretaría general del partido. ¿Por qué razón? ¿Porque sus adversarios eran superiores? ¿Por ser mujeres? ¿Por ser mujer y catalana la primera? ¿Por ser mujer y andaluza la segunda?

Me gustaría pensar que no, naturalmente, pero el caso es que la posibilidad de que una mujer llegue a presidir el gobierno español ha vuelto a esfumarse en el PSOE, y tampoco parece que en el resto de los partidos vayan a emerger alternativas en ese sentido. En el PP, un Mariano Rajoy que declaraba a la revista Tiempo encontrarse en el mejor momento de su vida política tiene cuerda para rato (no es un doble sentido), sin que haya nominado ningún delfín o delfina, mandarín o mandarina, por mucho que se hable de Soraya Sáez de Santa María y María Dolores de Cospedal, que tanto montan.

En Europa, tras algunos sonados fracasos, como el de Segolène Royal -ahora que tan de moda vuelve a estar Francia-, las únicas excepciones a la norma que hace presidenciables y presidentes a los hombres están encarnadas por Angela Merkel y Theresa May. Ambas conservadoras, ambas nacionalistas, ambas tan imperturbables y sólidas como sus rígidos principios, pero definitivamente separadas por el Brexit.

Si Alemania, Gran Bretaña y otros países nórdicos la asignatura de una mujer al frente del país parece aprobada, en la Europa del sur, de Portugal a Grecia, Italia, Francia, España, habrá que seguir esperando. Y tal vez, al margen de lo políticamente corrrecto, del barniz de progreso e igualdad que decora nuestra civilización, preguntándonos si bajo las urnas no seguirá agitándose el fantasma del machismo. Si una parte del electorado no sigue pensando en sus adentros que una mujer, por muy preparada que esté, no lo está para dirigir una nación. Siendo tal ronda, como las de Soberano, cosa de hombres.