-¿Qué balance hace de su primer año al frente de la universidad?

-Ha sido un año extraordinario, aunque con mucho trabajo. Tengo un gran equipo al que se le pidió un sobresfuerzo y lo han hecho. El Instituto Confucio ha impulsado las relaciones internacionales, se han acometido dos bajadas de tasas, hemos contribuido decisivamente a que se conservara el distrito único, se ha llevado a cabo un aumento espectacular de las salas de estudio, se ha reducido la deuda en 2 millones de euros o se ha puesto en marcha el gabinete jurídico de manera estructurada, entre otras muchas cosas.

-Y se ha desatascado el necesario avance en infraestructuras.

-Las obras del Interfacultades están a punto de terminarse. Se han acabado las obras en la Facultad de Educación y en Odontología y el proyecto de Filosofía y Letras está entregado y decidido a expensas de permiso del ayuntamiento. En breve estaremos en condiciones de licitar, pero esto es público y todo tiene que ser claro y transparente. También hay proyectos importantes en Teruel y Huesca, donde estamos pendientes del Seminario. Queremos que el ayuntamiento de esta ciudad se haga cargo de una parte de la reforma. Estamos deseando poner ahí la sede del vicerrectorado y montar una biblioteca de investigación.

-Cada vez está más cerca la ansiada reforma integral de Filosofía. ¿Se están cumpliendo los plazos?

-Más de lo que se está haciendo no se puede hacer. Nadie tiene más prisa que yo. Se acometerá de golpe y ya tenemos planeado cómo se van a ubicar los alumnos mientras duran las obras. Es capital que el Interfacultades vuelva a estar operativo porque es gran parte de la solución. Está todo hablado y planificado.

-Sigue habiendo problemas con el estado de algunas infraestructuras cuando llueve...

-Se ha puesto de manifiesto que hay estructuras no adaptadas al cambio climático, no solo nuestras sino en toda la ciudad. El otro día, en el INA no fueron suficientes todos los desagües para evacuar el agua. Son cuestiones que debemos acometer como consecuencia de una mala noticia como el cambio climático.

-¿Cuál es su política de personal?

-Tenemos una política estable en PDI (Personal Docente e Investigador) y en PAS (Administración y Servicios) se están empezando a sacar ofertas público de empleo pendientes de 2015, 2016 y 2017. Queremos mejorar esta plantilla con puestos reconocidos y mejor remunerados. Siempre sin despedir a nadie. Pero la política de personal sigue sin poder hacerse como queríamos por la tasa de reposición. Ha habido alguna mejora, pero sigue habiendo una plantilla envejecida en Medicina, Ciencias o también entre el PAS. Enfermería tiene un problema serio de personal y vendría muy bien una figura contractual que permitiera a la gente que acaba compatibilizar la tesis doctoral con la docencia. ¿Y por qué los MIR de último año no pueden dar clase? Pero todo esto es algo que no depende del Gobierno aragonés, sino del central.

-¿Por qué insiste tanto en que no habrá despidos?

-Eso sería la forma más fácil de reducir la deuda, pero la plantilla no se va a tocar. El camino es mantenerla porque todos son necesarios. Leí que la plantilla había crecido en tiempos de crisis, pero fue así porque cada proyecto investigador europeo de alto nivel contrata a varias personas. Claro que crece, pero con fondos ajenos. ¿Dejamos de hacer investigación? Si la hacemos incrementamos la plantilla de investigadores y eso es una excelente noticia. Ojalá siga creciendo, porque querrá decir que estamos mejor.

-¿Se piensa acometer algún cambio a corto plazo en el mapa de titulaciones?

-Ya hay un doble grado y otro está en estudio. En septitembre habrá una nueva estructura de los estudios de máster pero solo haber decidido adelantar la preinscripción ha subido el número de inscritos. Soy muy cauto en cuanto a los grados. Es difícil que suba el número de estudiantes con la curva demográfica que viene. Lo que hay que hacer es no perder a los buenos y traer a otros de fuera y eso lo haremos a través de dobles vías incluso entre Zaragoza y Huesca. Y en posgrados lo mismo, aunque ahí la oferta es mejorable y el mapa ha de cambiar.

-¿Para cuándo los grados on-line?

-Ya ha habido reuniones enfocadas a las plataformas. Ya está confeccionado el mapa de qué oferta queremos y dónde, pero estamos mirando plataformas tanto públicas como a través de acuerdos público-privados. Vamos avanzando.

-La Ley de Ciencia supone un avance incuestionable para una universidad que sigue dando pasos firmes en investigación...

-Estamos muy contentos con la Ley de Ciencia, en la que hemos sido muy activos. Además, se ha podido desatascar la convocatoria de infraestructuras científicas tras un retraso preocupante. Y este año volverá a haberla por una ley que logra dar estabilidad. Que el Gobierno de Aragón desatasque esa inversión en I+D+i es muy importante. También en breve presentaremos el estudio del instituto de Patrimonio. Estamos teniendo un enorme éxito en proyectos europeos que nos ha hecho subir 50 puestos en los ránkings. Los investigadores han hecho un gran esfuerzo, pero necesitan un apoyo que les ayude a llegar. Somos la segunda universidad española en patentes, con la dificultad que eso conlleva para una universidad generalista como la nuestra que ha logrado ponerse por delante de varias politécnicas.

-La reestructuración de la universidad y la reducción de departamentos ha estado envuelta en polémica. ¿Qué objetivo persigue?

-Pretende poner en claro de quién es cada competencia de la universidad. Cuáles son centrales y cuáles de los departamentos. Con los cambios legislativos que se han producido en los últimos años, hay que poner esto en claro para que cada uno sepa cuál es su ámbito de responsabilidad y con quién tiene que hablar en cada caso. Se pusieron sobre la mesa propuestas de no hacer nada o de eliminar los departamentos, pero creo que ni una ni la otra son las buenas. Hay un grupo de trabajo en busca de una propuesta consensuada para una reestructuración de responsabilidades. No se trata de vencer, sino de convencer. Hablaremos lo que haga falta y cuanto haga falta, pero siempre sin despedir a nadie. Nunca mientras esté yo de rector.

-¿Ha sido un primer año más duro de lo esperado?

-Lo he llevado con orgullo y satisfacción, pero necesito vacaciones. Estoy muy cansado. La satisfacción de ser rector de tu universidad no te la quita nadie, pero también hay veces que te preguntas dónde te has metido. Estás siempre con la maleta en la puerta, pero la realidad es que pones a la Universidad de Zaragoza en el mapa, estamos presentes donde creemos que debemos estar y hay que decirle a la gente que estamos cerca de ellos. Aún dirijo una tesis doctoral y me gustaría hacer algo más de investigación, que es lo que más me divierte, pero aprovecho los fines de semana para leer artículos científicos. Es gratificante y difícil, pero cuando me comprometo a algo lo hago.

-La relación con el Gobierno de Aragón se ha normalizado tras una anterior legislatura plagada de desencuentros...

-La comunicación es fluida. No concibo de otra manera la relación entre ambas instituciones. Manolo -el anterior rector, Manuel López- era un amante del diálogo, pero las cosas tienen un límite y creo que desde la otra parte -el Ejecutivo anterior- se hizo muy poco para tender puentes y hubo situaciones de muchos desaires. Y eso lo he hablado con Beamonte -presidente del PP aragonés- y con el resto de grupos parlamentarios. Es mi obligación porque hay que hablar de todo y con quien sea.

-¿El acuerdo de financiación rubricado con el Gobierno de Aragón ha aliviado definitivamente la situación económica de la universidad?

-La situación es mejor, sobre todo, porque la deuda a largo plazo ha sido asumida por el Gobierno y eso es excelente. El acuerdo de financiación da cierta estabilidad pero buena parte de él se traslada a los estudiantes, ya que la bajada de tasas supone una reducción de ingresos y hay un límite hasta el que podemos llegar. Así que las medidas de control de gasto siguen siendo necesarias. Las vamos relajando en la medida que podemos, pero la deuda está en torno a los 15 millones de euros. Ojalá podamos hacer compra centralizada junto al G-9 y nos ahorremos dinero en energía o seguridad, lo que ayudaría a amortiguar esa deuda, que, afortunadamente, es a corto y con tipos de interés razonables. Pero qué pasaría si suben? Tendríamos un problema. El objetivo es reducir más la deuda hasta niveles aún más asumibles.

-¿Qué balance hace del estreno del nuevo acceso a la universidad?

-No ha sido una mala experiencia aunque los alumnos han conocido demasiado tarde las reglas del juego. Lideramos la apuesta por el distrito único.

-¿Cómo es la relación con la Universidad San Jorge?

-Buena. Hablamos con periodicidad. Tendremos discrepancias, pero hay que tratar de no utilizarlas como herramienta política. Trataremos de estar de acuerdo en la mayor cantidad posible de asuntos. Se trata de garantizar que la oferta universitaria llegue a todo el mundo y sea complementaria. Mi relación con el rector es excelente. El diálogo es total.

-¿Con qué sueña?

-Me gustaría mucho que la estructura universitaria cristalizara y ver las máquinas en la Facultad de Filosofía y Letras. Sueño con ello, de verdad. Ese día llevaré una botella de cava y la abriré junto al decano. Al 99% se empezará en el 2018, pero soy científico y hasta que no lo vea no me lo creeré.