La autora de Sushi (Retrato de un asesino en serie en el Japón actual), Suzanne Visser, sostiene que el mejor lugar del mundo para analizar el choque cultural es la sociedad nipona. "Eso --le hace decir a uno de sus personajes--, se debe a que los japoneses se creen únicos, nacidos de los dioses, y en consecuencia mantienen las distancias con todo aquello que sea diferente a ellos".

Cualquier extranjero, insiste Visser, es distinto en Japón. Allí sólo hay dos tipos de personas: Japoneses y Extranjeros. Este último debe llevar su tarjeta de registro, dejar que le tomen las huellas dactilares y que le hagan un montón de preguntas del tipo "¿Qué te parece Japón? ¿Los japoneses? ¿Te gusta la comida japonesa? ¿Te interesa la cultura japonesa? ¿Sabes comer con palillos? ¿Hablas japonés?"

El extranjero debe dejar a un lado sus valores y normas, empezar de cero, aprender a caminar de nuevo. Visser define el choque cultural como un fenómeno patológico que puede tener consecuencias drásticas de carácter psicológico. Puede convertir a un inofensivo profesor de teatro, y cooperante en sus ratos libres, en un criminal. Algunas personas, o personajes, como el sanguinario protagonista de Sushi , llegan a desarrollar una personalidad completamente escindida. Las fases del trastorno son cuatro: luna de miel, caracterizada por la excitación y la fascinación; crisis -Valle Profundo-, o rechazo de la nueva cultura, más nostalgia; recuperación; adaptación. En el breve y agotador periodo que precede al Valle Profundo, el extranjero lo intentará todo por cambiar a los japoneses. En esa fase quijotesca sobrevienen inesperados sentimientos de amor a la patria. Acto seguido, el Valle Profundo hace alterar el sentimiento de odio hacia uno mismo con el odio generalizado hacia los japoneses. Por regla general, para cuando ese momento ha llegado, el extranjero no puede marcharse, pues ha invertido demasiado para dejarlo todo.

En ese clima alucinado, de jet lag , agotamiento psíquico y simetrías urbanas, alguien ha cometido siete asesinatos. Por su modus operandi, la prensa nipona ha bautizado al presunto homicida como "Asesino del Pescado", pues gusta trocear los cuerpos sin vida, presentándolos con pulcritud, como si se tratara de un plato de sushi, o alguna otra exquisitez oriental.

Sobre este ramaje psicológico, la novela de Suzanne Visser propone algunas variantes del género policíaco -al que pertenece- cuando menos a considerar.

Precisamente la elevación a rango escenográfico, como si se tratara de una macabra coreografía mental, de ese conflicto cultural que hemos descrito, contra cuyo muro se estrellan la lógica y el raciocinio occidentales, puede que sea su mejor hallazgo. Desde el vértice de ese desencuentro -encarnado en los comisarios japoneses y el grupo de investigadores extranjeros- se nos comienza a apuntar la existencia de otra clase de espiritualidad, que en caso de desviación psicótica aparece larvada por una mórbida fascinación hacia la muerte.

Una novela innovadora, relatada coralmente.

*Escritor y periodista