El Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón acaba de resolver tres crímenes que estaban sin resolver. Como adelantó este diario, el de las muertes de Mercedes Lázaro y Eva María Aznárez en 1992 y de Luis Bernal en el 2009. Los responsables de estas investigaciones han sido el inspector, jefe de esta unidad policial, Marco Antonio Navarro; el inspector Vicente Erruz, y el subinspector Jesús Joven.

-En corto espacio de tiempo han resuelto ustedes tres crímenes, el de las chicas del 92 y el de la Magdalena. ¿A qué se debe esta reapertura de casos?

-A los avances tecnológicos, principalmente. Todos nosotros nos acordamos del primer día que llegamos al Grupo de Homicidios y el anterior en el cargo o un compañero te señala los casos que están sin resolver. Por suerte para las familias no son muchos. De vez en cuando los repasamos y estamos atentos a cualquier tipo de indicio en el que se pueda realizar una prueba más para avanzar en las pesquisas. También hay casos como el crimen del auditor del Casino Montesblancos (1997) que la Policía lo resolvió, pero no llegó a ser juzgado.

-No me reconocerán que esta cuestión es que, por suerte, el número de crímenes en la ciudad ha descendido...

-Trabajamos por prioridades. Cuando hay un asesinato lo dejamos todo por ese asunto porque el factor tiempo es fundamental por razones tanto policiales como judiciales. Si no surge nada es cuando echamos mano de los archivos antigos. Tenemos picos de actividad más allá de los homicidios como lesiones o accidentes laborales. Aunque trabajamos con casos antiguos, hay que destacar que la manera de trabajar cambia totalmente porque la forma de archivar de años atrás era diferente, incluso la forma de redactar.

-¿Les ha pasado que han ido a coger un efecto intervenido y estaba destruído?

- Desgraciadamente sí. Todas las pruebas de un crimen se guardan en el almacén judicial, si bien hubo un momento en el que su capacidad se sobrepasó y solicitaron a los jueces si se podía hacer una limpieza, propuesta que aceptaron y que nosotros, en algunas ocasiones, hemos sufrido. Lo más lógico es que estas decisiones solo se hubieran tomado en casos archivados, pero nosotros no tenemos nada que ver con eso. Por suerte, el conocido como el espurgo de La Muela se ha ampliado.

-En la reactivación de las investigaciones han sido muy importante las nuevas tecnologías, pero para ello hay que tener activo el caso.

-Siempre lo están de alguna manera u otra, tanto para nosotros como para los jueces. Por ejemplo, en el caso de los asesinatos de Mercedes Lázaro y de Eva María Aznárez en el que se ha podido determinar que fue el mismo autor e identificarlo con nombre y apellidos (Malcom Harvey) ha sido fundamental la actitud del titular del Juzgado de Instrucción número 7 de Zaragoza, Rafael Lasala. No solo son importantes para nosotros la resolución de estas dolorosas muertes, sino también parte los instructores.

-¿Es diferente la forma de trabajar de ustedes en comparación con la de sus antecesores?

-En la actualidad está todo protocolizado y, por ejemplo, hay una especial obsesión con preservar las cadenas de custodia. Antes se trabajaba mucho con testimonios y ahora tanto los jueces instructores como el tribunal de jurado nos exige que una hipótesis esté reforzada por datos técnicos. Ahí entran los estudios de telefonía o el ADN. Hoy en día parece que si estas dos cuestiones no las has analizado falta algo, cuando en 1992 era imposible tener eso. Cuando el Grupo de Homicidios investigó los crímenes de Mercedes y Eva María se trabajaba con la cátedra universitaria en la toma de datos de ADN cuando ahora se realiza directamente con el Instituto de Medicina Legal de Aragón como si fuéramos todos uno.

-Hablan de los jurados. ¿También se fija en eso?

-En un homicidio, sea actual o antiguo, vamos más allá de ponerle cara al autor y de recabar todas las pruebas posibles para que se siente el banquilo. Nosotros cerramos la carpeta cuando el Tribunal Supremo fija la condena. Por ello, nos preparamos muy bien los juicios para poder explicar a los ciudadanos toda una investigación, especialmente porque la televisión genera unas expectativas que en algunos casos son perjudiciales.

-Juegan con una baza, que la prescripción en un delito de asesinato es larga, pero los casos suelen estar sobreseídos. ¿Cómo es el proceso de reapertura?

-Al juez siempre hay que llevarle hechos, una cuestión que es complicada en casos en los que han pasado tantos años. No puedes meter pruebas por meter porque hay que dar resultados. Cuando aparece algo, lo atamos bien y ya vamos al despacho del instructor.

-¿Un caso sin resolver es una espina clavada?

-Tener un caso sin resolver es una espina que hay que quitar, tanto a nivel policial como también pensando en los familiares que son víctimas. Hay que destacar que los casos en los que has trabajado algún momento te vienen al recuerdo y te impulsan a mirar y remirar. No obstante, solemos trabajar varios agentes a la vez porque cada uno se percata de cosas diferentes. Asimismo, el hecho de que no hayas investigado el tema te permite no estar contaminado y, por tanto, observar el asunto de una forma distinta.

-En el asunto de 1992 el juez decidió evitar que prescribiera encomendándoles una revisión del caso. ¿A qué se debió eso?

-Principalmente a la petición de la familia de Mercedes Lázaro San Miguel. A través de su abogado, pidieron realizar nuevas pruebas, entre ellas la exhumación del cadáver, que se autorizó.

-¿Cómo es la relación con las familias?

-En todos los casos la relación con los familiares intenta ser cercano, aunque también depende mucho del carácter de cada uno. No obstante, siempre se habla, se da la información necesaria que hay que dar y, en definitiva, se trata de tener un contacto estrecho. Tratamos que nunca se enteren antes por la prensa de algo que les concierne tanto por responsabilidad como por respeto.

-El problema después de tanto tiempo es, por ejemplo, como en el 1992 que su autor estaba muerto... ¿Compensa igualmente?

-Detenerlo hubiera sido perfecto, pero no pudo ser por esa cuestión. En este tipo de investigaciones tan largas no solo pueden morir los autores como en este caso, sino también testigos o familiares.

-La cara opuesta es la muerte de Luis Bernal (2009). Las redes sociales les permitieron localizar a algunos sospechosos.

-Cuando pasa tanto tiempo los criminales bajan la guardia y ese ego que llevan en su interior lo sacan a la luz subiendo fotos en Facebook o Instagram.