Dinamarca las últimas semanas. Pero en ocasiones anteriores también provenía de Irlanda, Francia o Alemania. Escribimos acerca de esas fotos virales, dentro de un orden, de unas bandejas de carne de Alcampo, identificados sí con la escarapela del Ternasco de Aragón (TA), pero que en la obligatoria ficha de procedencia, vienen dichos países como origen, producción y sacrificio.

Como ha recordado el propio Consejo regulador del TA se trata de un obvio error humano, probablemente repetido con excesiva frecuencia. Pues si la cadena de distribución quisiera engañar, se supone que sería capaz de modificar adecuadamente la etiqueta, ya que saben perfectamente qué es el TA, del que son grandes compradores.

Más interesante resulta comprobar como la ciudadanía de las redes se preocupa por los alimentos aragoneses, protesta y difunde los hechos. Muestra de una agradable sensibilidad hacia lo nuestro. Pero las cifras son tozudas. El consumo de ternasco, de cordero en general, sigue descendiendo. En Aragón casi triplicamos la media nacional, pero nos situamos en la misma tendencia a la baja. Será por el precio -fútil excusa-, por su asociación a la fiesta y no al consumo cotidiano, o por lo que sea. Pero comemos poco ternasco.

Y del mismo modo que no basta con solo clicar en la red para luchar contra las injusticias -aunque menos es nada− y sentirse aliviadamente solidario, en esta ocasión también hay que dar más pasos. Como acudir al establecimiento, señalar el error y comprar. O preocuparse por la procedencia de los alimentos que consumimos.

No se defiende aquí la autarquía alimentaria, imposible por otra parte. Pero a similares condiciones sí deberíamos optar por los productos de proximidad, generalmente más frescos y baratos. Pues con ello, ni más ni menos, contribuimos al sostenimiento de nuestro medio rural, al asentamiento de los más jóvenes y al progreso de nuestros conciudadanos más cercanos.