Entramos en junio y por la cabeza tan solo nos planea un pensamiento. Estemos en la oficina, en la parada del bus o en el sofá de casa, nos quedamos absortos -así, como en la inopia- fijando una mirada estática en el techo o la ventana. ¿Les suena? Pues sí: ya huele a vacaciones e inevitablemente empezamos a planear nuestro próximo viaje. Este año parece apetecernos territorio nacional; hay mucho que ver por aquí y, en general, desconocemos el inmenso patrimonio cultural, histórico y natural del que gozamos. Al final, y después de varios rastreators turísticos, nos decantamos por un lugar que despliega un amplísimo abanico de actividades y experiencias sensoriales: las Terres de l'Ebre.

Naturaleza, cultura, enoturismo, gastronomía y playa. Terres de l'Ebre es un todo en uno y ofrece la posibilidad de disfrutarlas de muchas formas, combinando deporte, relax y aventura -tanto en litoral, como en sierra-, además de, por supuesto, la placentera degustación de productos nacionales con denominación de origen. Parece que el plan promete, y se torna más interesante todavía cuando nos enteramos de que lo didáctico tiene reservado un papel central en el itinerario. Así, tanto nosotros, como los críos, aprenderemos y potenciaremos nuestra curiosidad.

El disfrute de Terres de l'Ebre es ajustable a cada miembro de la familia. Su historia está circunscrita a relevantes eventos que marcaron la de nuestro país. Es el caso de la Batalla del Ebro. Librada entre julio y noviembre de 1939, y teniendo como escenario el territorio entre Mequinenza y Amposta, este acontecimiento es considerado como uno de los más desagradable y sangrientos de la Guerra Civil española. Trincheras, refugios o monumentos, todo ello puede visitarse a través de la Ruta de la Batalla del Ebro.

Pero es que también podemos remontarnos a épocas incluso más antiguas, y emular -no en el sentido estricto- las caminatas de piratas, contrabandistas y soldados de otros tiempos, por ejemplo a través de senderos de gran recorrido GR-92, que nos acercará a calas y rincones solitarios y de una gran belleza, acompañados en todo momento por el sonido del mar. En Tortosa, puede uno participar en la Fiesta del Renacimiento, declarada desde 2005 de Interés Turístico Nacional. Se rememora la ciudad que un día fue en el siglo XVI: espectáculos, representaciones, vestidos de época, mercadillos, música. Un auténtico retorno al medievo catalán.

Lo agridulce de la bélica memoria histórica se solivianta con el deleite visual que ofrecen los paisajes mediterráneos de las Terres de l'Ebre hasta su llegada al mar. Porque otra cosa no, pero belleza hay, y mucha. Como también cosas por hacer y ver, ya sea en solitario, o todos juntos en familia. Si nos despertamos con el día enérgico y más o menos náutico, el kit surf, la canoa, o un paseo en lancha por el Delta del Ebro son buenas opciones.

La desembocadura del río más caudaloso de España, y su entorno, invita a conocer las especies animales que habitan la zona, como las aves que sobrevuelan la Bahía de

Els Alfacs y las Salinas de la Trinidad o realizar actividades de pesca por las aguas que recorren la zona. Hay visitas guiadas y talleres donde se puede aprender a "perchear"; una técnica de navegación típica de esta franja del Delta.

Si, por otro lado, se nos antoja un estilo más montañero, no problem. Excursionismo, ciclismo, barranquismo, safaris ecoturísticos, paseos a caballo o, simplemente, respirar el fresco… Terres de l'Ebre resulta idóneo. Al observar un mapa topográfico, vemos que su área abarca la parte más meridional de Cataluña. Comprendiendo, entre otros, el Parque Natural de Els Ports, las Terres de l’Ebre cuentan con una extensión de casi 3.310 km2, por los que desfila un importante patrimonio medioambiental, que le sirvió para ser declarada Reserva de la Biosfera en 2013 por la UNESCO.

Hasta ahora, todo genial, pensamos. Pero unas vacaciones en condiciones han de venir acompañadas de un buen despliegue gastronómico. Eso sí, sin alejarse del panorama aventurero: con la ruta de bodegas y viñedos, y sus posteriores catas -para adultos- de las mejores uvas garnacha blanca, o la degustación de mejillones y ostras autóctonas. Si bien, después de tanto movimiento apetece quizá un plan algo más tranquilo: balsas y piscinas naturales, como las de El Toll de la Presó. Un paraíso natural para bañarse y relajarse, o, -para recobrar la adrenalina- hacer el salto desde la garganta al agua.

El Ebro ha ostentado un papel crucial como nexo comunicativo y fronterizo desde los primeros registros históricos de la Península Ibérica.

Numerosas y variadas civilizaciones se localizaron y asentaron en sus tierras, cuya impronta es apreciable en cada rincón. Una huella que inició su crono con las pinturas rupestres levantinas -asimismo declaradas Patrimonio de la Humanidad- y que avanzó en el tiempo gracias a la conservación de formidables hitos arquitectónicos. Hoy, nosotros somos la civilización habitante o visitante. Resulta manifiesto que en Terres de l'Ebre confluye gente extraordinaria de todas las edades y lugares. Y es esto lo que las hace especialmente paradisíacas. Planazo, ¿a que sí?