La nueva manifestación de Teruel existe ha puesto de manifiesto al menos dos evidencias: que su sustrato ciudadano es independiente y ejemplar, y que tienen razón en sus reivindicaciones.

Algunas de ellas, las básicas, las estructurales, planteadas, proyectadas, solicitadas, exigidas hace ya tantos años que su música sonaba en la protesta de cantautores como Joaquín Carbonell, presente entonces, en la Transición, y ahora, en la Posverdad, en una misma y cíclica lucha.

Se han hecho cosas, desde luego, sería inútil negarlo, una autovía, el plan Miner, Motorland, Dinópolis, parques culturales, turismo rural... pero la provincia se desvanece con el fantasma de la despoblación y su futuro no está ni mucho menos asegurado.

Por eso, Teruel Existe vuelve a la carga con las demandas pendientes. Nuevas autovías para comunicarse con Valencia, Cuenca y Madrid, nuevas vías férreas para convertir el eje ferroviario Cantábrico--Mediterráneo en una opción de riqueza y futuro.

Respecto a este último proyecto, en los últimos meses se han cerrado inversiones de 300 millones para mejorar la línea Zaragoza--Valencia, que hoy da verdadera pena, pero sus usuarios temen, como ya ha sucedido anteriormente, que la ejecución de las obras se eternice. «Nos estamos acostumbrando a que las obras en nuestra provincia se prolonguen 25 años», se lamentaba uno de los dirigentes de Teruel Existe.

Plataforma plural que ha sabido mantener a lo largo de sus 18 años de existencia una encomiable independencia. No ha sucumbido a banderías ni intereses partidistas (siendo de suponer que ocasiones y ofertas no les habrán faltado, por lo que de este tipo de soportes cívicos tiene de apetencia electoral).

Otro aspecto, sin embargo, y bien paradójico, es que en las elecciones generales la oposición de calle a los sucesivos gobiernos centrales apenas se haya notado en las urnas. PP y PSOE se han venido repartiendo los tres diputados nacionales correspondientes a la provincia. Al repasar sus nombres en el cuadrante histórico, escalofría comprobar el número de «cuneros» o candidatos de otras demarcaciones que obtuvieron un escaño sin dar las gracias, ni en el Congreso resultado alguno.

Teruel, en fin, existe gracias a esos miles de turolenses que sueñan, piensan, sienten y actúan.