Un anfibio de apenas 5 centímetros ha puesto en jaque a un sector que mueve alrededor de tres millones de euros al año en Aragón, hasta 10 contando las ganancias indirectas. Desde que, hace apenas cuatro días, se conociera el borrador del plan de protección de la rana pirenaica, el sector del turismo de aventura se echó a temblar. Y a protestar. Tanto que el consejero de Sostenibilidad, Joaquín Olona, ha retirado el proyecto, que retomará tras las pertinentes negociaciones.

El Gobierno de Aragón constató, tras alrededor de una década de investigaciones, que los ejemplares de este batracio autóctono (rana pyrenaica) se han reducido hasta un 40% en los últimos años. Atribuyen este descenso a diversos factores como la modificación de los cauces, la introducción de especies como la trucha asalmonada y la presencia humana, que puede estresarlas.

Contra los dos primeros se plantean prohibiciones de intervención, pero la opción que barajaban para disminuir la presencia del hombre era la prohibición del barranquismo desde febrero a julio, durante el periodo larvario de las ranas. Lo que ocurre es que estas fechas son también temporada alta para el barranquismo y, lógicamente, la noticia no cayó nada bien el sector turístico.

Ya habían preparado una batería de alegaciones cuando, anteayer, recibieron la noticia de la retirada de la propuesta, que les permitirá ahora -esta misma semana- debatirlas con la DGA.

Según explicaba la presidenta de la asociación empresarial Turismo Deportivo Aragón, Agnès Dewulf, lo que quieren es plantear un modelo como el de la sierra de Guara, que, «desde hace meses, está funcionando muy bien». Básicamente se trataría de establecer una ratio de personas por grupo y unas medidas de seguridad que minimicen el impacto medioambiental de las actividades -molestias a las ranas incluidas- y ayuden a combatir el intrusismo en el sector.

Dewulf ponía en duda que la presencia humana sea un factor decisivo en la disminución de los ejemplares de rana. En las conclusiones de la DGA, la asociación ve una «falta de base científica», aunque no se cierran a las modificaciones. Por ejemplo, conocen un estudio de los ejemplares de Francia, elaborado en Inglaterra, que atribuye su mengua a los hongos que proliferan con el cambio climático.

«No estamos seguros de que la reducción sea total, algunos alcaldes nos han dicho que en su zona, como en el valle de Ordesa, hay más. Puede haber muchos factores que influyan, desde las truchas o los jabalíes que se las comen a la modificación de cauces o captaciones ilegales de agua. Nos tienen que justificar mejor la prohibición», argumentaba.

El impacto

La asociación considera que la prohibición de la actividad en el 90% de los valles y en temporada alta es desproporcionada, y esperan que se pueda llegar a alguna solución de compromiso. «Nosotros vivimos del medio ambiente y lo respetamos, lo que queremos es seguir viviendo de él», explicaba. En realidad la petición de reunirse con el consejero la llevan reiterando desde febrero, y parecía haber «buena predisposición». De ahí que les pillara «muy de sorpresa» el borrador, que llegó como «un gran mazazo».

Según el anuario estadístico de Turismo, el sector del turismo de aventura cuenta con 306 empresas y emplea a unas 4.000 personas. Genera entre 10 y 12 millones de euros de forma directa, «un 25% por el barranquismo, en el que Aragón es una tierra muy rica», explicaba Dewulf. Los cálculos estiman hasta 40 millones de repercusión, porque «la afección (de la posible prohibición) no sería solo nuestra, sino en el turismo y en la hostelería».