Marta, de 23 años, se fue hace tres años de casa de sus padres, en Cádiz, para estudiar en Zaragoza. Lo que nunca podía haber imaginado es que su nueva vida iba a convertise en un infierno. Se quedó sin dinero y por no pedírselo a sus progenitores se fió de un joven -al que había conocido en un bar- quien en un primer momento le ofreció un techo en el que poder vivir y que finalmente acabó obligándole a prostituirse. Este proxeneta, Javier Martija Marzo, acaba de ser condenado a tres años y un mes de cárcel, al pago de 2.880 euros de multa, a no poder acercarse a la víctima a menos de 500 metros en cinco años y a otros cinco de libertad vigilada.

La magistrada del Juzgado de lo Penal número 3 de Zaragoza, Milagro Rubio, destaca en su sentencia que la versión de la víctima -representada por la abogada Beatriz García- es perfectamente creíble y coherente a lo largo de la instrucción y que «no puede haber móviles espurios en su denuncia derivados de una relación previa».

La jueza hace hincapié en que el procesado y otro hombre -que está en paradero desconocido- la obligaron a ejercer la prostitución puesto que «su personalidad le hace especialmente vulnerable para resolver conflictos y a decir no ante una situación». También destaca que para llegar a este fallo se basa en los informes realizados por las asistentas sociales, las psiquiatras forenses y la Policía Nacional que la liberó.

Resalta la magistrada que en un primer momento fue obligada a bailar desnuda en un bar y que posteriormente dieron un paso más y la obligaron a prostituirse. Ellos administraban los anuncios -en los que según la Policía llegaron a ofrecer 5.000 euros por su virginidad-. La tenían a dieta para que no engordara.