En los últimos meses, Pedro Sánchez ha cometido al menos tres errores que lo han llevado a la situación actual, de desconcierto y confusión, y riesgo de perder la secretaría general y el liderazgo del Partido Socialista.

Primer error: el pacto con Ciudadanos. Aquella foto, que muchos seguimos sin entender, de Sánchez y Rivera como supuestos hombres de Estado saliendo al paso del desgobierno de España... ¿Qué tenían en común C’s y PSOE? Nada, como en seguida, en cuanto Rivera corrió a ayudar al Partido Popular, pudo verse. Hoy, Ciudadanos es firme defensor y aliado de Rajoy, y adversario de Sánchez.

Segundo error: su incapacidad para aglutinar a la izquierda. Al margen de esa espuria alianza con Ciudadanos, Sánchez no ha conseguido vertebrar movimiento o confluencia alguna en la izquierda. No ha sabido pactar con Izquierda Unida, su aliado natural, con Podemos, ni con los nacionalismos de izquierda... Algo que sí ha sido posible, por ejemplo, en Aragón, con un Lambán integrador de todas esas opciones.

Tercer error: su obstinación en no facilitar un gobierno del PP. A cuya formación, con el resultado de las dos últimas consultas en la mano, conduce claramente la voluntad de los españoles y la lógica democrática.

Unas terceras elecciones van a hacer mucho daño al propio sistema, y seguramente también al Partido Socialista, pero Sánchez ha desoído cuantos prudentes consejos le impartían sus más experimentados compañeros, muchos de los barones y militantes destacados, para empecinarse en ese no a Rajoy que cada suena más a pataleta, a infantilismo político lejos de la supuesta madurez de un hombre de Estado. La circunstancia de no querer asumir la jefatura de la oposición, buscando rearmarse en la crítica a un gobierno de Rajoy en minoría tampoco se comprende desde fuera, pues no es otro el destino el que le han señalado las urnas, y el que igualmente aconseja la lógica.

Finalmente, Sánchez estaría sumando otro medio error a su cadena de despropósitos: convocar a primarias cuando su figura aún no se ha consolidado, tensionando y dividiendo el partido hasta un límite poco aconsejable para que la maquinaria resista un nuevo embate electoral, o el partido salve su imagen de cara a la legislatura. H