Quien contamina, paga. Esta es la filosofía con la que el Gobierno de Aragón explica que nace el Impuesto sobre la Contaminación de las Aguas (ICA), que en su día se llamó canon de saneamiento pero que ahora, con forma de tributo autonómico, trata de gravar al contribuyente «por abrir el grifo» y no por depurar sus vertidos. El problema es entender que hay que pagar aunque nunca se abra ese grifo. Concretamente los que acrediten esos 0 metros cúbicos al año, tendrán que abonar 18,34 euros. ¿Qué han contaminado?

Esta es la parte más baja de una horquilla que oscila entre este mínimo y los 55,18 euros anuales, que es lo que marcaría para quienes hayan gastado 200 metros cúbicos de agua. Es decir, la diferencia entre no gastar una gota de agua en todo el año a abastecerse de 200.000 litros son menos de 37 euros para este ICA. Si son 150.000 litros el consumo, la factura será de 45,97 euros anuales; si son 100.000, 36,76 euros; si son 50.000, se quedará en 27,55. Se acortan las diferencias pero, teniendo en cuenta que se compara con no gastar nada, eso de que grava por abrir el grifo... Al menos está bonificado al 70% ahora.

Son lagunas que ofrece el sistema, como otras que se pusieron de manifiesto en una reunión celebrada en la Federación de Barrios de Zaragoza, donde se analizaban posibles reivindicaciones y movilizaciones a estudiar. Tampoco se entiende cómo se va a fijar un precio para viviendas, como existen en Zaragoza, en las que la lectura se hace a tanto alzado, sin que exista un contador. Eso ya sucede en muchos municipios de Aragón, y en algunos se ha resuelto pagando a escote entre todos. Pagan lo mismo el que vive todo el año que el que solo veranea, una fórmula que no todos los contribuyentes entienden. O, ¿cómo se va a gravar a quien vierte aún en un pozo ciego pero tiene grifo para beber?