Una pareja de emprendedores, Rubén Sola y Jessica Lacruz, han apostado fuerte por un antiguo horno de la localidad de Trasmoz para poner en marcha el primer alojamiento turístico de este municipio ubicado a los pies del Parque Natural del Moncayo, el único de la comarca que no disponía de un establecimiento similar para acoger visitantes. La historia de este edificio centenario es larga y está muy arraigada a la localidad de apenas 70 empadronados, unos 30 viviendo todos los días, porque en su día fue uno de los cinco obradores que elaboraban pan para una población que multiplicaba por cuatro la actual. Hoy, el último que quedaba era este y esconde entre sus paredes huellas de su pasado, entre ellas el antiguo horno de tres metros de diámetro que da nombre al negocio.

El Horno abrirá sus puertas la próxima semana para ofrecer alojamiento a los turistas que, sobre todo en primavera y otoño, acuden atraídos por los colores que fabrica el entorno del Moncayo. Al calor de la magia y la brujería, muy presente en estos días en el pueblo que abarrota sus calles de visitantes atraídos por la tradicional Luz de Animas, nace este establecimiento con capacidad para siete personas. Con dos plantas de altura, el lugar donde se guardaba la leña y la materia prima hoy cuenta con camas y menaje para ofrecer un refugio acogedor, y en la planta baja sigue manteniendo la seña de identidad del edificio, el horno.

Como por arte de magia

Los propietarios son vecinos del municipio, de los de toda la vida, como se suele decir en los pueblos, y confían en que su apuesta «sirva para atraer a más visitantes» a la zona. El turismo actúa como herramienta de dinamización en tiempos en los que la despoblación amenaza la supervivencia de muchas localidades en Aragón, y para eso hace falta gente que se decida. Y si son de la casa, mejor aún.

No ha sido fácil salir del olvido para este edificio. Sus nuevos dueños se hicieron con él en una subasta pública, la segunda a la que salía de la mano de un ayuntamiento que llegó a utilizarlo, años atrás, como museo de la brujería. Y, como por arte de magia, por fin le ha salido bien.

«Hace 60 años había en Trasmoz 300 personas viviendo, y no solo tenía cinco hornos, también disponía de seis carnicerías, cuatro fruterías... Tenían que abastecer a una población que no es la de ahora», relata Rubén Sola. Reconoce que este proyecto llevaba tiempo en su mente y que fue a la segunda subasta, después de que la primera se declarara desierta, cuando se decidió a dar el paso. «Estamos muy contentos de ver las obras terminadas y con el proyecto a punto de inaugurarse, porque mucha gente llamaba al ayuntamiento preguntando donde podían alojarse y el alcalde les tenía que enviar a otros pueblos porque aquí no había alojamientos turísticos».

La rehabilitación ha sido importante, los trabajos se prolongaron durante casi dos años, ya que comenzaron «en noviembre del 2015». Pero ahora luce en la calle Corazón de Jesús como un establecimiento rural más de los que existen en Aragón. Con la peculiaridad de que durante los 127 años de historia que tiene el inmueble -construido en 1890-, «en el Catastro ha figurado como edificio industrial.

Ahora les toca a ellos fabricar turistas para un municipio que ha arropado su establecimiento como si fuera de todos y cada uno de los habitantes. Un lugar al que recomendar a amigos y familiares para acercarse a esta localidad que está «a solo 20 kilómetros del santuario» que hay en el Moncayo.

Por fuera, el edificio mantiene su estética de siempre, solo que ahora la piedra, muy presente en sus paredes, está recuperada y rescatada del abandono sufrido. Nada más y nada menos que durante 15 años. Pero eso ahora es pasado, ahora el horno se ha puesto a funcionar.