A turno partido vienen hoy las procesiones. Por la mañana unas cuantas y por la tarde una buena cantidad de cofradías harán lo propio. Hoy, Jueves Santo, salen a la calle más de la mitad de las cofradías de nuestra ciudad. Catorce procesiones, quince si tenemos en cuenta la que la Piedad comienza a las doce de esta noche, engalanarán nuestras calles a lo largo del día.

Las mariposas siguen revoloteando en las tripas de Ana, hermana de mantilla del Prendimiento. Lo es desde hace mucho tiempo, de ese mucho que se escribe con muchas ues, como queriendo alargar el tiempo en esa u infinita. Ya son muchas procesiones a su espalda, o quizás mejor decir, a sus piernas. Pero, aún así, se sigue emocionando y desde el punto de la mañana sus pensamientos se dedican en exclusividad a la procesión de la tarde.

Palomas blancas

Rememorando a los capataces de nuestros pasos a costal, me atrevo a decir: "¡A este! ¡Todos por igual!" Vamos con las que esta mañana asaltarán las calles del centro, unas, como la Crucifixión, en su tercera procesión consecutiva, puesto que ya procesionó ayer y anteayer, lo hará viniendo desde San Antonio de Padua, de donde habrá salido a las once, para acompañar al paso del Calvario a San Cayetano, para lanzar al vuelo esas palomas blancas que ayer les comentaba.

Otras, como la Exaltación de la Cruz y Cristo abrazado a la Cruz, también acabarán sus desfiles procesionales en San Cayetano, saliendo ambas alrededor de las once, la primera desde la Real Maestranza de Caballería y la segunda desde la parroquia del Carmen. Espectacular el paso insignia de la Exaltación de la Cruz, con una imponente cruz negra en una descomunal peana portada a doble varal. Un poco más tarde, a las doce, Alfonso, paseará junto a su Cristo Coronado de Espinas, en esta procesión matutina hasta La Seo, desde donde esta misma tarde, partiendo a las ocho, saldrá para encerrar en San Cayetano. Alfonso ya lleva también unas cuantas caminatas junto a procesiones de cofradías que no son la suya, al fin y al cabo es el responsable de la Junta Coordinadora de Cofradías para los recorridos de las mismas. Más de una noche se le ha visto con su acreditación al pecho hablando con unos y con otros cetros para engranar el maravilloso encaje de bolillos que representan los desfiles procesionales por el centro de la ciudad.

Ana come frugalmente junto a su familia. Los Jueves Santos se le quita un poco el apetito. Ya tiene el estómago lleno de mariposas, ¿cómo podría caberle algo más?

Ana se emociona con el recuerdo de José Antonio, su marido, que durante años fue Hermano Mayor del Prendimiento y, a la postre, hermano de la Hermandad de la Sangre de Cristo. Falleció hace unos años, los justos como para que el dolor punzante de su ausencia no le ahogue, pero también para que su recuerdo no se enturbie con las brumas del olvido. Hoy, como estos últimos cuatro años, verá emocionada a su hijo Fernando portando el cetro de Hermano Mayor de la Cofradía que tanto amó su padre. Ese amor lo ha heredado toda su familia: su hijo Mario porta el guión de cabecera y su nieta forma parte de una de las secciones de instrumentos más numerosas de Zaragoza.

Antes de que el Prendimiento salga a las calles, a las siete de la tarde, desde el colegio de Escolapios de César Augusto ya lo habrán hecho un par de cofradías. A menos cuarto, Cristo Despojado de sus Vestiduras, la última Cofradía erigida en nuestra Semana Santa, desde San Juan de los Panetes y, a la misma hora, la Oración en el Huerto desde San Cayetano.

La recuperada sección de Heráldicas de la Cofradía del Silencio partirá a las ocho menos cuarto de San Pablo, en una heroica salida en la que los pasos son sacados del interior de la parroquia a tiro de soga. La Cofradía del Descendimiento y la de Jesús atado a la Columna comparten este año un aniversario, sus 75 años de historia penitencial. El martes, Alberto llegó a San Cayetano, con su farol de una de las cinco lágrimas, para contemplar su fachada teñida de luz morada en el momento del encierre. Como cada año, se emocionó con las jotas que se le dedicaron a su Virgen. ¿Quién sabe si hoy la Columna teñirá la misma fachada de rojo a eso de las dos de la madrugada? Antes ambas cofradías habrán procesionado brillantemente a sus titulares en dos procesiones de interminables filas de instrumentos. Juan Mari, el sobrino de don Damián, que por cierto, ayer le presentó a un buen amigo de la Dolorosa que se llama Fran, se encuentra pletórico, emocionado ante la procesión de esta noche, donde lucirá espléndida la nueva greca del paso de la Flagelación. Juan Mari también se siente orgulloso de ese nuevo título que se le ha concedido a su cofradía, a partir de ahora añade el de franciscana a su ya de por sí largo nombre.

La Hermandad de Cristo Resucitado procesionará hoy bajo la advocación de Santa María de la Esperanza y del Consuelo. No será hasta el domingo cuando la Virgen se vea en encuentro glorioso con su hijo resucitado. De nuevo esa mañana habrá sol y palomas blancas, envueltas en jotas.

Con 45 costaleros

La Institución de la Eucaristía nos deleitará con sus pasos a costal, un cenáculo de descomunales dimensiones portado por 45 costaleros, en este largo desfile procesional que partirá a las nueve del Perpetuo Socorro y acabará pasadas las dos de la madrugada en San Cayetano. Mireia se enfrenta a su procesión titular con el ánimo bien alto, está orgullosa de cómo le fue ayer en el Vía Crucis por el barrio Oliver. Ya no se le antoja tan largo llegar hasta San Cayetano, lo ve como una oportunidad más para compartir un camino de pasión con sus hermanos cofrades y su Cristo llegado al Calvario.

Y entre el encerrar de unas y otras en la iglesia de San Cayetano, a las doce la Piedad saldrá esplendorosa, radiante, sobre un manto de claveles rosas, portando a su hijo en el regazo. Diego ha conseguido el permiso de su fisioterapeuta para salir en su procesión titular. Espera que esos llamativos esparadrapos de colores rosa y azul aguanten el devenir de sus pasos portando una vela. Diego echará de menos su timbal y el sonido de los tambores y bombos que le rodean normalmente en la sección de instrumentos, pero las secuelas de su lesión de tobillo se lo impedían, pero nada habría podido impedir que, de una manera u otra, acompañara a su Virgen hasta el sepulcro por las calles del Boterón, bajo la tenue luz de sus farolas y al son de saetas furtivas desde los balcones.