Con champán en los balcones y al grito de Sí se puede celebraron los vecinos de la plaza Gallur que una grúa retirara la semana pasada la última de las tres antenas que durante años han estado presentes en la zona. Seis años de reivindicaciones, de batalla puerta a puerta y de concienciación han servido para desterrar para siempre esas estaciones de telefonía que los tribunales no suelen obligar a retirar. Ellos lo consiguieron con "unidad entre todos" con la asociación de La Paz y, sobre todo, con el vencimiento de un contrato de arrendamiento que ninguna comunidad ha accedido a renovar. Así, la operadora tendrá que buscar otro lugar para esos "armatostes" a los que muchos en la zona culpan de múltiples enfermedades.

"Se encargó un estudio sobre los efectos nocivos que provocan estas antenas y el Gobierno de Aragón tiene datos técnicos que lo confirman y que nunca nos han querido facilitar ni hacer públicos", declaró a este diario ayer María Jesús Villamón, una de las afectadas y perteneciente a la asociación vecinal.

Seis años que se han hecho muy largos y a los que se ha dado carpetazo después de que una a una hayan ido desapareciendo estas antenas del paisaje de La Paz. La primera, "hace tres años", y la segunda "hace año y medio" iniciaron el camino que selló para siempre la última "hace tres días", cuando "una grúa con capacidad para levantar 1.200 kilos" quitaba la tercera y última".

PERJUDICIAL María Jesús explicó que estas antenas de telefonía "han sido las causantes de que haya habido tantas muertes de cáncer en la zona, de enfermedades coronarias, de que les salgan sarpullidos o que no puedan dormir bien". "Cualquier estudio serio que se hubiera hecho habría demostrado esto que nosotros hemos sufrido, aunque nadie los ha querido hacer", añadió.

Al final, el tiempo es el que ha tenido que poner fin a "esta barbaridad", ya que la compañía de telefonía podía mantener esas antenas gracias a unos contratos de arrendamiento que las comunidades de vecinos se veían obligadas a cumplir. Pero estos tenían una fecha de vencimiento y conforme ha ido llegando han decidido no renovarlos.

"Antes de que finalizaran los contratos se hicieron multitud de charlas, reuniones con los propietarios de las viviendas, campañas de protesta a pie de calle, "convenciendo a los vecinos de que todos unidos éramos capaces de acabar con todo esto". Una reivindicación a la que poco a poco todos se fueron uniendo y con un objetivo claro: acabar con esa situación en el momento que estuviera en su mano hacerlo. Y ahora lo han logrado.

Un "gran triunfo" que se suma a las otras dos "pequeñas victorias" anteriores. "Todas están fuera, si nos unimos podemos", declararon en un mensaje que se extendió como la pólvora entre los afectados. Felicitaciones y elogios para una lucha que afectaba a la salud. Al menos así lo aseguraron desde la asociación vecinal, que recordó que hasta un dolor de cabeza podía afectar a su vida cotidiana.