El paisaje estepario de los alrededores de Zaragoza esconde pequeñas manchas de verdor, diminutas zonas húmedas que a menudo pasan inadvertidas incluso para quienes viven en sus cercanías. Este es el caso del manantial Fita Santa Fe, un pozo de aguas medicinales que se explotó comercialmente hasta 1978 y que ahora la organización Huerva Vivo se propone rescatar del olvido, en la medida de lo posible, tras más de tres décadas de total abandono.

La fuente de Fita Santa Fe, situada en las cercanías del monasterio del mismo nombre, en una zona de áridos campos próxima a la A-23, es propiedad de los descendientes actuales de la familia Fita, que la adquirió años después de la desamortización de Mendizábal.

Desde fines del siglo XIX y hasta los albores de la Transición, el agua se acarreaba en grandes cubas hasta la calle Madre Sacramento, en Zaragoza, donde era filtrada, tratada y embotellada, pues poseía un alto contenido en sal que impedía su consumo directo. Más que agua mineral era una especie de medicamento con virtudes probadas para las dolencias de estómago, hígado e intestinos, así como un excelente purgante y laxante (según la dosis). De hecho, siempre se vendió en farmacias con llamativas etiquetas donde se pregonaban sus muchas cualidades.

"Adquirió mucha fama y se exportaba a todo el mundo", subraya Ángeles Mercader, de Huerva Vivo, que señala que el manantial ha sido objeto de un estudio, Fuentes curativas de Zaragoza, obra de Francisco Iturbe y Ángel Ruiz Solans.

Los encargos llegaban de países tan lejanos como Cuba y Brasil, donde los usuarios valoraban sus rápidos efectos sobre la salud, según los testimonios recogidos por ambos autores. Tan es así que en 1940 el agua Fita Santa Fe fue declarada de utilidad pública al ser mineromedicinal.

Su nombre deriva del apellido del propietario de los terrenos donde apareció el manantial, Francisco Fita, que era de Jaca. Buscando agua para el ganado en los sedientos campos que rodean a la capital de Aragón, un miembro de su familia dio en 1887 con un corro de tierra más húmedo. Allí, andando el tiempo, se instaló un sistema de captación y se construyó una caseta que todavía puede verse desde la autovía.

"La industria farmacéutica dio al traste con la explotación del manantial", señala Ángeles Mercader. "Aparecieron medicamentos con las mismas propiedades que arrinconaron al agua embotellada y la demanda prácticamente desapareció", explica.