El frío no solo se cuela por las paredes. El techo derrumbado y una puerta inexistente impiden que el fuego de una pequeña hoguera dé el calor necesario para poder vivir en invierno.

Francisco, 35 años. Juana, 32 años. Ambos viven junto con una sobrina, Vanesa de 22 años y su tía, en un edificio en estado de ruina en Movera. Llegaron allí hace cinco meses porque no tenían otro sitio adonde ir. "Si la Policía nos echa de aquí o nos dicen que nos tenemos que largar, lo aceptamos, pero tiraremos otra puerta para no quedarnos en la calle", explica en la entrada de la vivienda Francisco. Un joven que padece Sida y que hace cuatro meses salió de prisión.

Junto a él está Juana. Su esposa y madre de cinco hijos que ya no están a su lado. "Hace ocho meses que los servicios de protección del menor se llevaron a tres. Pero hace dos meses, al ver donde vivíamos, también me quitaron a los otros dos", recuerda mirando al suelo y envuelta en un fino abrigo beis.

Junto a ellos está Vanesa, una adolescente de 22 años, que aparece con un fino jersey a rayas y una toalla cubriéndole las piernas. "Si nosotros nos quedamos ahora en la calle nos morímos de frío", advierte Francisco, quien se gana la vida junto a su mujer recogiendo chatarra durante todo el día. Sin embargo, la familia no se resigna a seguir viviendo así y, sobre todo, Juana pide un techo con el único objetivo de recuperar a sus hijos.

"Es muy duro tenerlos a dos en Monzón, uno en Torrero, otro en Oliver y el último en Figueruelas", recuerda esta madre que vio por última vez a todos hace casi ya un año.

Además, la familia vive con inseguridad porque tienen la sensación de que "en cualquier momento nos puede pasar algo". El estado del edificio está en una fase terminal, donde los techos de se derrumban y las paredes se caen, al igual que la vida de Francisco, también en fase terminal.