Exceptuando algún robo de vez en cuando, Fuentes Claras era un tranquilo pueblo turolense hasta el pasado 23 de febrero. Ese día, el descubrimiento del cadáver de Luis Esteban Zorraquino en el patio de su casa, con signos de haber sido golpeado hasta la muerte, convirtió la pequeña localidad de medio millar de habitantes en un lugar en el que, de repente, todo el mundo tenía miedo a ser víctima de una agresión mortal.

El asesinato de un servicial tendero de 57 años al que todos conocían y trataban en su comercio de ultramarinos, es algo que los vecinos no se esperaban de ningún modo. Nunca había sucedido nada parecido en el valle de Jiloca,aunque desde que empezó la crisis se hayan disparado los robos en casas y explotaciones agrarias.

El hecho de que el cadáver apareciera atado de pies y manos y con fuertes golpes en la cabeza y el cuerpo no contribuye precisamente a tranquilizar a los residentes. La brutalidad del ataque causa en ellos una gran inquietud. "El autor no fue nadie de aquí", recalca el alcalde de la población, Joaquín Sánchez.

"Estamos cagados en el pueblo", reconoce Miguel, que regenta el bar La Curva, al lado del Ayuntamiento de Fuentes Claras, una población que vive de la agricultura, la ganadería porcina y las fábricas que flanquean la autovía Mudéjar (A-23) entre Calamocha y Cella.

"Ahora a la gente le da miedo ir a trabajar y dejar la familia sola", comenta Edu, un joven cliente del establecimiento. "Yo mismo he dejado un palo detrás de la puerta de mi casa, por si acaso", explica.

Caja fuerte

En opinión de Edu, compartida por todos los vecinos, Luis Esteban, que estaba soltero y vivía encima de la tienda, en una casa de pueblo de dos plantas, fue víctima de unos ladrones venidos de fuera y que creían que guardaba mucho dinero en casa. "En algunos medios se habla de un ajuste de cuentas, pero Luis no tenía enemigos, al contrario, era un hombre de buen carácter, muy apreciado por aquí", asegura.

"Luis no fumaba, ni bebía, ni se metía con nadie", corrobora María Marco, que vive en la calle de San Pedro, a 15 o 20 metros de la casa de la víctima. "Su única afición era el fútbol, y muchos fines de semana lo veíamos subirse al coche para ir a ver al Real Zaragoza", añade.

Al parecer, el pequeño comerciante pagaba a menudo a sus proveedores al contado. De ahí que, sin estar del todo seguros, algunos vecinos crean que en su casa hay una caja fuerte. Y ese pudo ser el imán que atrajo a su o sus atacantes, pues en Fuentes Claras la mayoría está convencida de que Luis Esteban fue asaltado por varias personas.

"Era un hombre corpulento, de 1,87 de altura y 130 kilos de peso", apunta Edu. "Es posible que, cuando llegó a casa en la madrugada del domingo, sus asesinos ya le estuvieran esperando dentro", conjetura.

En cualquier caso, los fuentesclarinos no dudan de que, fueran quienes fueran los asesinos, estos habían espiado los movimientos de su futura presa y de que se aprovecharon de la escasez de medios de la Guardia Civil para perpetrar el crimen. "Debían de tener información de él, de sus horarios, de sus entradas y salidas", opina Miguel Ángel, un habitante que pide dureza con los autores del crimen.

"¿Qué esperaban encontrar los ladrones?", se pregunta la camarera del hotel La Concordia, en el centro de Fuentes Claras. "¿Cuánto dinero podía guardar Luis en casa? ¿Mil euros? ¿Por eso lo mataron?", se extraña la trabajadora.

El misterio que rodea las investigaciones, fruto de la declaración del secreto sumarial por parte del juez encargado del caso, facilita la propagación de toda clase de rumores. María Marco, por ejemplo, está convencida de que los ladrones "no tocaron nada en la tienda". Y otros vecinos, que dicen tener información de los familiares del muerto, mantienen que, en la vivienda al menos, se echan en falta varios enseres y alguna que otra caja.

En cualquier caso, las pesquisas se centran en la búsqueda de huellas y otras pistas que arrojen luz sobre la autoría del crimen. Al menos tres veces han estado ya en la casa los miembros del Grupo de Criminalística de la Comandancia de la Guardia Civil en Teruel.

Los habitantes de Fuentes Claras, y del valle del Jiloca en general, no están habituados a la violencia extrema que rodea la muerte de Luis Esteban Zorraquino. Pero estos últimos años se han ido habituando a los robos, tanto en casas como en explotaciones agrarias.

Una patrulla

"Normalmente, los ladrones entran a casas deshabitadas, de las que solo están ocupadas los fines de semana o en vacaciones, pero alguna vez se han equivocado y han penetrado en viviendas cuando los moradores estaban dentro", explica Edu. Él mismo ha sufrido varios robos en una casa que posee algo alejada del pueblo. "Se llevan mantas y electrodomésticos, pero vale más lo que destrozan que lo que roban", dice.

Su caso no es excepcional. En mayor o menor medida, todos los habitantes del valle del Jiloca han sido víctimas de algún delito contra la propiedad. ""En cuestión de 10 días, a nosotros nos entraron a robar dos veces", comenta Aitor, de Peldaños Corbatón, una empresa marmolista con sede en Calamocha.

"La primera vez se llevaron la herramienta nueva, y la segunda, las herramientas viejas y unos contenedores", continúa. En opinión de Aitor, el origen de esta ola de robos, que empezó hacia el 2008, está en la crisis económica, que ha empujado al campo a ladrones que buscan objetivos más fáciles. "Se comenta que, a determinadas horas, la Guardia Civil solo dispone de una patrulla para vigilar el extenso territorio de la comarca", apunta Aitor.

Sin embargo, desde que ocurrió el crimen, la presencia de la Benemérita se ha reforzado en la zona. Sin duda, el miedo de los vecinos explica en gran medida la urgencia por resolver el brutal suceso.